Libros: El máximo aventurero del que no hayas escuchado

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Tuvo una juventud audaz que cualquier trotamundos envidiaría: Lucas Bridges cazó toros salvajes, saqueó naufragios y exploró la una vez inmaculada Tierra del Fuego, en el extremo sur de América. Con el tiempo, se haría amigo de los “salvajes” de los cuales Charles Darwin se había burlado desde el H.M.S Beagle.

Conozcan a E. Lucas Bridges, el mayor aventurero del que jamás hayan oído hablar.

Recientemente, la autobiografía de Bridges de 1947, El último confín de la Tierra, regresó a las imprentas en una versión completa, lanzada por Overlook/Rookery Press. El pesado tomo de 558 páginas contiene el testimonio de la transformación de Tierra del Fuego, de naturaleza virgen a frontera modelada por buscadores de fortuna, ganaderos y misioneros.

Nacido en Tierra del Fuego en 1874, Lucas era hijo de Thomas Bridges, el trabajador y bondadoso fundador de la misión anglicana de Ushuaia. Otros misioneros habían fallado en el pasado, siendo devorados por el hambre o terminando en masacre. Intrépidamente, la familia Bridges, que incluía seis hijos y una tía, se instaló. La isla era entonces una tierra de nadie, sin caminos, de 18,000 millas cuadradas, cubierta de montañas, pantanos, ríos y lagos, habitada por navegantes Yaganes en el sur, y por los Onas en el norte.

Las observaciones del libro sobre la naturaleza son perspicaces. Pero aún más destacable es su conocimiento de culturas que ya no caminan sobre la tierra. Bridges cuenta cómo las mujeres Yagan buceaban en busca de moluscos e iniciaban a sus recién nacidos en esos mismos mares helados. Explica cómo hacer fuego bajo la lluvia o cómo cazar a los hábiles cormoranes, gracias a los conocimientos de los nativos quienes asustaban a las aves dormidas en los acantilados junto al mar, para que sus compañeros apostados en canoas las capturasen.

Lucas Bridges vivió en la Patagonia en un momento clave: cuando los mundos chocaron. Vio a la población indígena “dando, en una generación o menos, el enorme paso desde el hombre prehistórico hasta la civilización que hemos tardado miles de años en lograr, si es que lo hemos logrado”

En su ausencia moderna, los Yaganes y los Onas han sido más malentendidos y caricaturizados. En Ushuaia, los cruceros devoran las postales de nativos desnudos. Los fabricantes de equipos de aventura usan nombres indígenas, y está la tienda de recuerdos de Jimmy Button en la calle principal.

Si la familia Bridges fue un testimonio del éxito de la colonización, el recuento de Bridges es un testimonio de sus fracasos. Después de vivir en el extranjero, casarse y manejar un rancho en Sudáfrica, regresó a Tierra del Fuego. Era 1944, y aunque aún no se habían construido las plantas petroleras, los refugios de pesca ni las áreas de ski, la isla conservaba apenas un puñado de los 9,000 indígenas que la habitaron.

Notando la desorientación causada por el cruce de civilizaciones distantes miles de años, dijo: “fue raro oír hablar Ona por teléfono”.

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