Ushuaia es una ciudad al borde del mundo. Ubicada en la isla más grande del archipiélago de Tierra del Fuego, la población de la ciudad argentina se ha duplicado en los últimos veinte años, hasta llegar a 60.000 personas. La urbanización, junto con el cambio climático, está teniendo un efecto perjudicial sobre las aguas que rodean Tierra del Fuego y sobre los moluscos, un elemento básico de la dieta local.
Marcelo Hernando, investigador del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) en Ushuaia, ha medido el efecto que está teniendo el cambio climático sobre el medio ambiente local, a través de un grupo de algas llamadas fitoplancton. Estos microorganismos fotosintéticos son la versión marina del canario en la mina de carbón. Son barómetros vivos sensibles a los cambios de temperatura y salinidad del agua.
“Se observa una disminuición en la cobertura de hielo sobre la península antártica en los últimos veinte años”, dice Hernando. Esto significa que las aguas costeras del canal de Beagle en Ushuaia se están diluyendo. “Dicha disminución de salinidad tiene algunas consecuencias importantes en el ecosistema marino”, explica Hernando.
Uno de los efectos observados por Hernando es daño celular en el fitoplanctón, un fenómeno conocido como estrés oxidativo. Éste reduce su capacidad para realizar la fotosíntesis, lo que hace que se produzca menos oxígeno. El fitoplancton es el productor primario de nuestros océanos, soporta enormes cadenas tróficas, y actúa como sumidero de carbono. “Estamos observando una disminución en la tasa de crecimiento de las comunidades algales como consecuencia del descenso de la salinidad”, dice Hernando.
Marcelo Hernando y un equipo de investigadores argentinos han estado observando las mareas rojas, explosiones en el número de algas, en el canal de Beagle desde 2004. Lo hacen porque éstas llegan a provocar problemas de sanidad en poblaciones que, como en este caso, dependen del alimento extraído del agua.
“Mi interés radica en el estudio de especies toxígenas, causantes de fenómenos de Floraciones Algales Nocivas, popularmente conocidas como ‘mareas rojas’,” dice Gastón Almandoz, un biólogo de la Universidad Nacional de La Plata en Argentina. Almandoz trabaja con Marcelo Hernando en el canal de Beagle y el agosto pasado publicaron un estudio sobre las mareas rojas en la revista Journal of Sea Research.
En ese estudio, el equipo encontró 10 especies de fitoplancton potencialmente tóxicas, lo que preocupa a Almandoz. “Las mareas rojas pueden derivar en pérdidas humanas a través del consumo de mariscos contaminados.”
“Pueden ser muy ricas en sabor y tener lindo aspecto, pero pueden tener toxinas como para mandar a cualquiera al hospital,” advierte Almandoz. Me explica que el estudio de las mareas rojas y el fitoplancton tóxico es importante en Ushuaia porque los mariscos son una fuente comercial valiosa para la economía local.
Marcelo Hernando dice que estas mareas rojas son consecuencia del cambio climático. Revisando estudios de los últimos 20 años de muestreo, dice haber encontrado que la biomasa de la comunidad fitoplanctónica se ha mantenido constante. En el verano de 2010 creció un orden de magnitud. Incluso la Estación Palmer en la Antártica detectó lo que denominaron un “histórico” nivel de biomasa de algas en sus aguas, dice Hernando.
El estudio de Hernando y Almandoz sugiere que un factor causante de estas floraciones de algas son los desechos agrícolas, una consecuencia de la explosión demográfica de Ushuaia. La población humana ha crecido sustancialmente desde que Magallanes navegó por primera vez por la Patagonia en 1520 o desde que la nave de Charles Darwin—el HMS Beagle— muestreara las mismas aguas trescientos años más tarde. Hoy, Ushuaia es un puerto animado y un centro turístico que debe manejar sus efluentes si quiere conservar sus aguas limpias.
---- Aleszu Bajak
Este artículo apareció originalmente en el sitio web de Ciencia Cierta. Foto – Piffer via Flickr