Revista Capital - Tan sólo 15 minutos de vuelo sobre el Estrecho de Magallanes son los que separan a Tierra del Fuego de Punta Arenas. Una formidable isla conformada mayoritariamente por extensas mesetas y llanuras gradualmente onduladas, donde estancias repletas de ovejas, más una fauna dominada por guanacos, complementan la ecuación básica del paisaje, que cierra en el sur con la pocas veces conquistada Cordillera Darwin.
A lo largo de la ruta costera que conduce a Bahía Inútil dos cosas llaman claramente la atención. Una, es que al observar el mar en esta latitud, la masa del Pacífico parece estar casi por encima de la superficie del camino. Y la otra, es que el techo del cielo es increíblemente bajo.
Desde la postura de su único huevo, transcurren de 14 a 16 meses para que la pareja críe a su polluelo. Es por ello que sólo crían 2 veces cada 3 años. Los padres van alternando la incubación colocando el huevo entre sus patas, al que cubren con las plumas de su abdomen. Este proceso dura 54 días.
Desde tiempos pretéritos en que fue albergue de las extintas etnias haush y selknam, Tierra del Fuego ha conquistado a los forasteros con sus infinitas pampas, bosques de lengas atiborrados de barbas de viejo, glaciares de exagerada belleza y lagos y ríos tan bondadosos en truchas que pueden llegar a pesar fácilmente 15 kilos. De hecho, existe un récord mundial de pesca en su denominado río Grande.
Los baquianos no mienten cuando señalan con marcado énfasis que “la Patagonia tiene características y sensaciones que se separan del conocimiento habitual. Que es así, porque aún está sana de la fría lógica humana y que es mejor sentirla que entenderla”.
Es justamente esta región la que eligió el pingüino rey para instalar su primera colonia en el país. Un ave que destaca por su envidiable serenidad y por su destreza en el océano: es capaz de bucear sobre los 300 metros de profundidad y recorrer hasta 100 kilómetros diarios durante más de un mes. Leer mas..