El Futaleufú: la historia de la primera expedición de rafting

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Por Peter Fox
 
Nota del Editor: El siguiente es de Edición 9.
 
Hasta el año pasado, había recorrido el río Futaleufú una sola vez. En 1985, al ser parte del equipo de la primera expedición de rafting en este afluente, tuve la fortuna de conocerlo antes de que fuera famoso a nivel mundial, cuando era simplemente un hermoso río azul que desaparecía entre gargantas montañosas, cerca del poblado del mismo nombre, en las montañas al sur de Chile.
 
Hoy en día, una persona proveniente de cualquier rincón del mundo puede conectarse a internet y reservar un viaje para descender el Futaleufú. Treinta años atrás, la única manera de ser parte del primer viaje por el Futa era ser amigo de Steve Currey y Dan Bolster.
 
 
All 4 boats started close together above Throne Room We were calling this rapid by the local's name, "Salto Feo." The first raft accelerated so fast that it is almost through the rapid and the other boats have barely moved. | Photo: Eric NiesAll 4 boats started close together above Throne Room We were calling this rapid by the local's name, "Salto Feo." The first raft accelerated so fast that it is almost through the rapid and the other boats have barely moved. | Photo: Eric Nies
 
 
Brad Lord y yo éramos guías y colegas de Dan desde hace mucho tiempo, y los tres fuimos parte del equipo de Steve en el legendario río Biobío de Chile. Junto a Steve llegamos para remar cuatro grandes balsas Maravia de color amarillo y descender el Futa. Nos acompañaba un grupo selecto de clientes aventureros que Steve conocía de viajes anteriores con Steve Currey Expeditions.
 
 
1985 first raft expedition on Futaleufú. Daniel Bolster topping off his 22' self bailing Maravia at put-in next to a local rowboat used to reach farms across the river without road access | Photo: Peter Fox1985 first raft expedition on Futaleufú. Daniel Bolster topping off his 22' self bailing Maravia at put-in next to a local rowboat used to reach farms across the river without road access | Photo: Peter Fox
 
 
Era febrero de 1985. Estábamos en una playa a unos cuantos kilómetros río arriba del poblado, bajo la llovizna, y con apenas una vaga idea de lo que nos esperaba río abajo. Todo lo que sabíamos provenía de un viaje de exploración que Dan y yo habíamos emprendido desde el pueblo hace un año, y de un par de vuelos de reconocimiento realizados con un avión pequeño. En el transcurso de los próximos cuatro días, el río Futaleufú casi arrebataría la vida de uno de nosotros, y nos haría sentirnos conectados a él para siempre.
 
Aquel año también fue el último en el que me desempeñé como guía de descenso de ríos a tiempo completo. Dan y yo habíamos estado trabajando durante los veranos norteamericanos en California, y en los veranos suramericanos en Chile durante cuatro años.
 
Posteriormente, me fui, conseguí un trabajo y formé una familia. Tenía 62 años cuando regresé al Futa por segunda vez en mi vida. Lo hice junto a mi esposa, quien es guía de ríos, y mis dos hijos adultos, quienes pasan los veranos siendo guías. Ya era una persona completamente diferente.
 
La expedición de 1985
Para la primera expedición de rafting en el Futaleufú, teníamos hartos años de experiencia realizando descensos en ríos durante varios días, en grandes afluentes como el Salmón, el Colorado y el Bío Bío. El tramo de aguas blancas del Futa era de apenas 45 kms, no muy largo para esos estándares. Calculamos tres días para descenderlo con botes de remo totalmente cargados con equipo de acampar, una cocina bien equipada, comida, y todas nuestras cámaras y enseres personales.
 
Lo único que los turistas llevan en los actuales viajes al Futa, es, a lo más, el almuerzo. Hoy en día, en muchos de estos, los pasajeros pernoctan en hermosos campamentos a lo largo del río, en tiendas de campaña con camas de verdad. Hay agradables lavamanos e inodoros con agua potable. Los viajeros se relajan en tinas de agua caliente con vistas frente al río, y se sientan a comer rodeados de una comodidad a prueba del clima.
 
The Callaqui. My boat for Steve Currey Expeditions. Twenty two feet long with 32" tubes and no floor. Plywood decks hang from the frame. Named after the volcano overlooking the Bio Bio River canyon. | Photo: Peter FoxThe Callaqui. My boat for Steve Currey Expeditions. Twenty two feet long with 32" tubes and no floor. Plywood decks hang from the frame. Named after the volcano overlooking the Bio Bio River canyon. | Photo: Peter Fox
 
 
Actualmente, los guías del Futa son expertos de clase mundial, que conocen todos los rápidos. Algunos se han desempeñado como guías por una década o más. Llevan a los pasajeros río abajo en balsas ligeras pero ágiles, con una red de seguridad de kayaks y catarafts al frente. Conocen todas las distintas secciones del río a diferentes niveles de agua.
 
Las paredes del cañón del Futa se elevan por miles de metros. La lluvia drena directamente al río, que puede transformarse de la noche a la mañana. La mayoría del río es seguro y accesible a ciertos niveles de agua, pero luego de una lluvia, secciones completas se consideran demasiado peligrosas. Hay tres rápidos que las compañías de hoy en día nunca recorren con clientes.
 
Rememorando los hechos de los 80’, estábamos en la playa con nuestros pasajeros cubiertos con brillantes impermeables. Nos alegramos de que no estaba lloviendo tanto como el día anterior, cuando no podíamos ver más allá de nuestras narices. No conocíamos el efecto del clima sobre los niveles de agua. Contábamos con experiencia de clase mundial en grandes volúmenes de agua, con dos excelentes remeros de seguridad como lo eran Eric Nies y KB Medford, y con balsas perfectas para descender las aguas poderosas. La serena corriente que fluía junto a nosotros en esa playa no ofrecía ninguna pista acerca de lo que nos esperaba más adelante.
 
Steve era el remador más experimentado de los cuatro que estaban en el viaje. Su padre tenía una tienda de equipo de rafting, y creció practicando el deporte. Tenía un aire callado y modesto que hacía que no luciera tan grande y fuerte como lo que realmente era, pero era uno de los mejores remeros que he visto. Desafortunadamente, ya no se encuentra entre nosotros. Steve falleció hace unos años.
 
Dan, Brad y yo completábamos su tripulación. Habíamos recibido nuestra educación primaria de aguas turbulentas en el rio Tuolumne de California. Nos graduamos en el Biobío, un río con el volumen y el poder del Gran Cañón y los retos técnicos del Tuolumne. El Biobío era un monstruo de aguas blancas.
 
Sin embargo, estaba bajo sentencia de muerte. Sus rápidos legendarios y el estilo de vida de su cañón iban a ser inundados por dos enormes represas hidroeléctricas. Steve y Dan estaban en búsqueda del próximo gran río de aguas blancas en Chile.
 
Tras una temporada en el Biobío, ambos estaban en un cuarto de hotel en Puerto Montt, revisando mapas topográficos. Fue en ese entonces que detectaron una promisoria línea azul tierra adentro, cerca del diminuto puerto de Chaitén.
 
Un año antes del descenso del 85, tres de nosotros seguimos a Dan hacia el sur para echar un vistazo. Éramos los primeros guías de río en el valle del Futa. Con nuestros coloridos pantalones cortos marca Patagonia, vistiendo suéteres de polar, y con una loca obsesión por el río, parecía que hubiéramos venido de Marte. Los lugareños, con sus grandes sonrisas y sus sombreros y abrigos de lana hechos a mano, eran, para nosotros, igualmente exóticos.
 
La vida en el Futa era como retroceder el reloj unos 50 años antes de la moderna década de los 80, y así llegar a una época con un estilo de vida más antiguo y simple. La compra de una hogaza de pan se convirtió en una tarde de conversación en torno a tazas de té. Los amigos chilenos que conocimos en el ferry llegaron al pueblo y le preguntaron al alcalde, quien también era el carnicero de la localidad, si podían acampar en el nuevo edificio de la escuela. Él simplemente les dio la llave. Era ese tipo de pueblo. La hospitalidad era una forma de vida en este protegido Shangri La montañoso.
 
En nuestra última noche en el pueblo, fuimos literalmente llevados del brazo y escoltados a una celebración en el centro comunitario, donde nos empujaron al medio de una multitud de sonrientes lugareños de cabello oscuro que no paraban de bailar. Éramos mucho más altos que ellos, con nuestro cabello claro y largas barbas. Al final me estaba riendo tanto, apoyado contra una fila de abrigos de lana colgados en la pared, que las lágrimas corrían por mi cara.
 
 
Daniel Bolster scouting Infierno Canyon after bushwhacking through trail-less forest | Photo: Peter FoxDaniel Bolster scouting Infierno Canyon after bushwhacking through trail-less forest | Photo: Peter Fox
 
 
En la primera tarde de la expedición de rafting, el cielo estaba despejado. El resto del tiempo llovió. Cuando llegamos al primer rápido, el Cañón del Infierno, nuestro horario de tres días se fue por la borda.
 
Cuando el nivel del agua es bajo, este empinado cañón se divide hoy en día en cuatro diferentes rápidos de clase V o V+. El cañón boscoso y húmedo que vimos en el 85 era un trecho continuo de aguas blancas que nos llevó medio día explorar, abriéndonos paso por 1,6 kms entre la espesa maleza para ver toda su longitud. Cuando pasamos a salvo por el rápido, estábamos muy conmocionados. El río no era tan veloz como el Biobío, pero el rápido tenía un poder más grande que cualquier otro que hubiéramos experimentado. Lo llamamos el “Cañón Sorpresa”. Los remeros se miraron a los ojos los unos a los otros. Entonces supimos que estábamos metiéndonos en algo serio.
 
 
Rapid we named "Surprise", now named "Infierno" | Photo: Peter FoxRapid we named "Surprise", now named "Infierno" | Photo: Peter Fox
 
 
Brad Lord era y es un fuerte atleta y excelente remero. Era su primera temporada en Chile. Acababa de manejar una balsa Maravia grande en un viaje de aguas de nivel alto en el Biobío, un hito significativo del rafting mundial en esa época. En la parte en que el Cañón del Infierno dobla a la derecha, su bote se había deslizado hacia un remolino del cual tardó unos buenos 10 minutos en escapar. El Futa estaba avisando que quizás pertenecía a otro nivel.
 
Al seguir río abajo tuvimos que continuar explorando rápidos importantes, mientras nuestro horario se desbarataba, haciéndonos sentir presionados de movernos lo más rápido posible.
  
 
To safely run the rafts through Zeta, Danny Bolster rappelled down to this rock where he could rescue any boats that strayed into the keeper eddy (lower left of photo). Note driftwood stuck in the eddy. Two of our boats did go into the eddy and were rescued by Dan | Photo: Brad LordTo safely run the rafts through Zeta, Danny Bolster rappelled down to this rock where he could rescue any boats that strayed into the keeper eddy (lower left of photo). Note driftwood stuck in the eddy. Two of our boats did go into the eddy and were rescued by Dan | Photo: Brad Lord
 
 
Habíamos perdido medio día explorando el Cañón del Infierno, lo cual no era nada comparado a las 24 horas que pasamos tratando de resolver a Zeta, el primero de los rápidos que es obviado por las compañías de exploración modernas. Tuvimos algunos momentos de desesperación, cuando armamos un campamento temporal en los guijarros sobre el zigzag donde el río tiene una caída de dos pisos mediante una garganta de roca. Al día siguiente, todas las peligrosas complicaciones tuvieron que ser resueltas una por una para lograr pasar a las personas y los botes de manera segura, y continuar el viaje río abajo.
 
 
Empty raft finishing Zeta Rapid right side up and headed for the keeper eddy | Photo: Peter FoxEmpty raft finishing Zeta Rapid right side up and headed for the keeper eddy | Photo: Peter Fox
 
 
Parece increíble que invertimos aproximadamente sólo una hora investigando y pasando de forma exitosa al Throne Room, el segundo rápido por el cual nunca descienden pasajeros hoy en día. La única pérdida fue uno de los remos amarillos de Brad, marca Carlisle, que se partió en dos.
 
 
All smiling faces below Throne Room. Brad's oar was the only casualty. We were lucky. | Photo: Peter FoxAll smiling faces below Throne Room. Brad's oar was the only casualty. We were lucky. | Photo: Peter Fox
 
 
Esa noche estábamos agotados. Llevábamos días preocupados y no habíamos dormido bien en Zeta. Cada onza de nuestra energía era destinada a mantener a todos a salvo al atravesar los rápidos. Los pasajeros estaban quejándose de que los campamentos eran una porquería. Les dábamos comidas excelentes y hacíamos todo el trabajo del campamento, como en cualquier viaje comercial por el río, mientras tratábamos de hacerles creer que todo era normal. En privado estábamos muy concentrados. Nuestros pasajeros no eran exactamente dichosos, pero ignoraban el gran riesgo que implicaba lo que estábamos haciendo.
 
Al anochecer, cuando estábamos empezando a servir la cena, cuatro jinetes galoparon a nuestro campamento. El chofer de Steve y otros rancheros del lugar habían venido a ver por qué llevábamos más de un día de retraso para nuestra cita de encuentro. Nos dio la mala noticia de que el rápido grande que estábamos anticipando, ahora llamado Terminator, no se encontraba muy lejos.
 
 
Locals come visit our river left camp on the Fu above Terminator | Photo: Peter FoxLocals come visit our river left camp on the Fu above Terminator | Photo: Peter Fox
 
 
De esta manera, en nuestra cuarta mañana lluviosa, luego de otra noche mojada, pasamos interminables horas examinando cada centímetro de Terminator. Éste era el tercero de los rápidos en el que los pasajeros caminaron por un sendero para rodearlo, incluso a niveles de agua bajos. Nosotros también habíamos tomado la decisión de pasar a nuestros pasajeros a pie, de modo que los guías fueron los únicos que volvieron a las balsas, las que se encontraban atadas en el remolino sobre el enorme rápido. Al verlo cara a cara teníamos verdaderas dudas acerca de si deberíamos siquiera intentar pasarlo. Un pequeño error en la parte de arriba tendría consecuencias atroces abajo.
 
Y fue exactamente lo que ocurrió. El bote de Brad se balanceó demasiado mientras maniobraba al comienzo, y terminó un par de centímetros más a la derecha de lo que debía. Las enormes balsas y sus pesados fondos de madera contrachapada habían navegado todo lo que el río nos había ofrecido hasta entonces. Pero no podías dejarlas tomar velocidad hacia una dirección incorrecta ni por un segundo. Eran difíciles de guiar, sobre todo en grandes volúmenes de agua, y se dirigían como un tren de carga hacia donde uno las apuntara.
 
Literalmente, fue un cuestión de unos 61 centímetros en esa situación estresante, la que nos envió a tres de nosotros por la ruta del lado izquierdo del rápido, y a Brad por el derecho hacia un hueco cavernoso en la superficie del río. Su caída, y sus brazadas, fueron capturadas en video. Son épicas. Sin un buen chaleco salvavidas y un buen traje seco hubiera perecido. Por unos momentos angustiantes, todos nosotros –incluyendo Brad- pensamos que así sería. 
 

 
La balsa se quedó en el hoyo por 30 minutos mientras el río la desarmaba. Luego de que Brad fuera rescatado, vimos los tablones de madera contrachapada de unos 2 centímetros destrozados, como si fueran pedazos de cartón, navegando río abajo.
 
Cuando el bote finalmente salió, Brad y nuestro chofer lo persiguieron con el camión y lograron recuperarlo. Estábamos ya retrasados por varios días, y todos nos encontrábamos sanos y salvos, así que decidimos que ya habíamos hecho lo suficiente. Pernoctamos al abrigo de un granero para cerdos, pusimos punto final al viaje, y al día siguiente empacamos el camión con todo menos con la sensación de desilusión. Habíamos sobrevivido en un río extraordinario. Cuatro botes habían remado casi sin falta con un margen de aproximadamente 5 centímetros, a través de uno de los rápidos más impresionantes de la Tierra.
 
Posdata
Nuestro viaje fue el único descenso en balsa por el Futa en la década de los 80. En marzo de 1991, el futuro guía, Eric Hertz, realizó un descenso que incluyó a Steve y al kayakista olímpico Chris Spelius, quien ejerció labores de seguridad. El grupo descendió toda la longitud del río, cargando la embarcación sólo a través del extremadamente arriesgado Zeta –y finalmente Steve pudo remar los últimos 11,2 kms del Futaleufú-.
 
El sueño de Dan y Steve se volvió realidad. El Futa sí se convirtió en el siguiente gran río de rafting chileno, un destino de aguas blancas de clase y fama mundial.
 
Cabe destacar que hubo descensos por kayak en el río durante este período de tiempo. Spelius lideró el descenso de grupos de kayaks a finales de los 80, y esto fue influyente en la apertura del Futa a botes comerciales. Desde entonces, generaciones de guías han hecho que el río sea accesible y seguro para cualquiera que todavía esté en la búsqueda de un lugar verdaderamente salvaje y hermoso.
 
La ironía de esta historia es que exploramos el Futa para reemplazar al amenazado Biobío, y ahora el primero se encuentra en grave peligro de ser represado. No importa cuántas batallas se ganen, un río que corre libremente nunca está completamente a salvo.
 
A finales del año pasado, todos nos sentimos esperanzados al escuchar que Endesa, la compañía energética más grande de Chile, había abandonado planes de construir represas en el río. Sin embargo, todavía posee los derechos sobre el agua, y recientemente pidió un cambio de ubicación, lo cual, según los expertos legales, puede ser una jugada con la finalidad reactivar el proyecto. Como respuesta, la comunidad está formando una nueva coalición destinada a denunciar planes para represar el Futaleufú y lidiar por una determinación local sobre el futuro del río.
 
El objetivo es que el afluente reciba protección permanente por parte de las leyes chilenas e internacionales. Patrick Lynch, director internacional de Futaleufú Riverkeeper, afirma que esto sería un logro que podría tardar años en realizarse, y que requeriría de coordinación en todos los niveles.
 
Estando en la orilla del Futa treinta años después, veo un lugar del mundo que está sólo parcialmente domado. Sigue siendo peligroso y salvaje. Podemos tocar y sentir a esta naturaleza salvaje al hacer rafting con uno de los excelentes guías. Las paredes brillantes de agua color aguamarina se elevan hasta cubrir las balsas. Los guías manejan los botes, zigzagueando de manera experta, pero el borde nunca está muy lejos. Están concentrados, y sus corazones aún se aceleran.
 
En la parte de abajo de Terminator, mis dos hijos y yo pudimos experimentar un poco de lo salvaje del lugar cuando nuestra balsa se desvió de su curso por unos pocos pies. En un abrir y cerrar de ojos, una poderosa ola del Futa nos arrojó a la corriente. Grabamos un video con una GoPro, que posteriormente vimos en cámara lenta.
 
Los botes de rescate se acercaron rápidamente para recogernos, cerca del mismo lugar donde Brad fue rescatado hace 30 años. El Futa se estaba riendo a costa nuestra, señalándonos nuestro lugar en el orden de las cosas. Fue un recordatorio necesario de que en este planeta de cambios veloces debemos salvar a un lugar indómito a la vez, a un río especial a la vez.
 
  
Our truck on the ferry from Chaiten to Chilhoe after the trip. Dan Bolster and Brad Lord. Note the 1980 era river footwear | Photo: Peter FoxOur truck on the ferry from Chaiten to Chilhoe after the trip. Dan Bolster and Brad Lord. Note the 1980 era river footwear | Photo: Peter Fox
 
 


 
 

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