
Texto y fotos por Jonathan Byers
En enero de 2011, me situé en la elevada cresta de una montaña azotada por el viento en el Parque Nacional Los Glaciares, en la Patagonia argentina. Desde allí podía ver un lago glacial de un azul como el cielo, rodeado de un valle rocoso, y, justo encima, el Monte Fitz Roy. Cogí una foto en blanco y negro tomada en el mismo sitio, pero 80 años atrás, por el sacerdote, fotógrafo y senderista, Alberto de Agostini. En la imagen, un glaciar inmenso llenaba el valle. Me quedé ahí parado, dirigiendo mi vista de la foto al valle, y del valle a la foto, llegando a la conclusión que en menos de un siglo, varios kilómetros de hielo han desaparecido por completo.
Cuando escuchamos el término “Cambio Climático” imaginamos gráficos de niveles de dióxido de carbono, chimeneas de humo o incendios forestales. Aún así, se nos hace complicado ver los impactos de esto a largo plazo. Los cambios que están teniendo lugar en la Patagonia se vuelven increíblemente visibles cuando placas de hielo milenarias se derriten más rápido que nunca. Como fotógrafo me he dado cuenta, mirando a través de imágenes antiguas, de la magnitud del cambio.

Glaciares en retroceso
Cualquier escalador que haya pasado unos cuantos años explorando las montañas tiene historias sobre “cómo eran antes”. Caminatas por encima del hielo, ahora se han convertido en travesías peligrosas de morrenas inestables. Complicadas vías de escalada, ahora se suben fácilmente debido al bajo nivel de escarcha. Y ascensos donde se encontraba el hielo perfecto, raramente se encuentran en buen estado hoy en día.
El avance o retroceso de un glaciar es, al final, como un presupuesto financiero. Si añades más de lo que sacas, crece. Si le sacas más de lo que añades, empequeñece. En el caso de los glaciares este balance depende de las precipitaciones y la temperatura. Aún así, no se ve claro hasta que uno no lo observa con sus propios ojos.
En febrero de 2015 tuve la oportunidad de recorrer el increíble circuito que atraviesa el casquete glaciar que se encuentra detrás del Cerro Torre, ubicado en el mismo parque donde está el Fitz Roy. Saliendo del pueblo, siguiendo el valle del Río Eléctrico lleno de bosques de lenga, parecía que el paisaje era estable. Se notaba inmutable al paso del tiempo. Rápidamente salí de ahí, llegando a una superficie arenosa y rocosa, y empecé a reconocer las marmitas, donde el hielo del glaciar se ha derretido bajo la arena, dejando un agujero relleno de agua. Hace diez años, la ascensión al Paso Marconi era una caminata fácil por el glaciar. Ahora, implica trepar por un acantilado rocoso bien empinado, o cruzar bajo una precaria cascada de hielo que a veces suelta pesados bloques en el camino. Optamos por trepar la roca. Pero lo más sorprendente es lo que nos encontramos cuando llegamos al paso.

El Paso Marconi da acceso al Campo de Hielo Sur por la parte superior del Glaciar Viedma. Llevábamos con nosotros raquetas, esperando caminar por encima de la nieve blanda que se habría acumulado a lo largo del pasado invierno. En cambio, hasta donde la vista nos alcanzaba, solo encontramos placas de hielo y grietas. Cuando hablamos de la desaparición de los glaciares, lo hacemos en términos de regresión del glaciar. Pero ésta es sólo una de las caras. En realidad, el glaciar, o en este caso el Campo de Hielo Patagónico Sur, se está derritiendo en su totalidad, deshinchándose como un globo. Esta pérdida de hielo en vertical, a veces no tan perceptible, corresponde a mucha más cantidad de hielo derretido porque su superficie es más extensa.
Sobrecarga de agua
Toda el agua que se almacena en los glaciares en forma de hielo durante miles de años, termina fluyendo hacia el océano. Aunque la gran mayoría de agua dulce del mundo se concentra en los casquetes polares de Groenlandia y la Antártida, los científicos calculan que las áreas que van a tener un mayor efecto en la subida del nivel del mar en los próximos 50-100 años van a ser los glaciares alpinos: los Alpes, los Andes y el Himalaya. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el 83% de derretimiento de glaciares se ha producido en este tipo de glaciares. Esto se debe a que los glaciares alpinos se encuentran en zonas donde el calentamiento se está produciendo de forma más rápida y el hielo se derrite a mayor velocidad.
Después de dos días y de 25 kilómetros de saltar grietas, fue un alivio volver a pisar rocas y gravilla por debajo del Paso del Viento. Cuando empezamos a ascender al paso, pudimos ver más allá del campo de hielo, y en todas las direcciones sólo se veía hielo y grietas. Un reciente estudio afirma que los glaciares del sur de los Andes cubren aproximadamente una área de 29 mil 400 kilómetros cuadrados. Cada año se están perdiendo más o menos 29 gigatoneladas (29 mil millones de toneladas) de hielo. Es decir, imagine un bloque de hielo de un kilómetro de ancho, uno de alto y uno de profundidad. Eso es una gigatonelada. Ahora ponga 29 de estas juntas e imagínese toda esa agua llegando a los océanos.
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Descendiendo desde Paso del Viento pasamos por un punto donde se ven los glaciares Quervain y Túnel. En 1916, Alfredo Kölliker, en medio de una expedición de la Sociedad Científica Alemana, tomó una foto de su grupo de acampada en este lugar. Noventa y nueve años más tarde, después de encontrar el sitio donde se tomó la imagen, puedo ver pequeñas planicies donde se plantaron sus carpas de lona, y sentir el viento proveniente del glaciar. A través de la histórica foto es posible ver cómo el glaciar, que en su momento ocupaba casi todo el valle, es ahora unos centenares de metros más estrecho y se ha retraído dejando atrás un lago azul.
Cada vez que encuentro el lugar donde se tomaron alguna de esas fotos históricas pienso en cómo el mundo ha cambiado, o está cambiando. Mientras regreso a El Chaltén, deseando tomarme una cerveza y unas empanadas, pienso que cuando Kölliker o de Agostini estaban aquí, no había senderos, ni parque nacional. No estaba El Chaltén con sus restaurantes, ni los inmensos generadores de diésel, ni los hostales cada vez más llenos. Sin la habilidad de saber cómo era el paisaje en el pasado, los visitantes de hoy en día no tienen manera de comprender cuánto ha cambiado. La pampa se ha convertido en ciudades y carreteras; los valles rocosos y sus lagos en la nueva normalidad. Las plantas y los animales se han desplazado, pero el paisaje y el océano aguardan los registros de todo lo que ha desaparecido a la vista, si sabes desde donde mirar.
El autor, Jonathan Byers, es un fotógrafo, cineasta y escalador, y director de la Alpine of the Americas Project. Este artículo ha sido apoyado por un fondo especial de periodismo de EcoPatagonia, gracias a una alianza entre Patagon Journal y Earth Journalism Network. Más información: www.ecopatagonia.org