Por Martín Jacques-Coper
La Patagonia –definida aquí como la zona austral de Sudamérica, al sur de 40°S– ha estado poblada desde hace miles de años por una diversidad de culturas que hicieron de ella su hogar. Sin embargo, ante la vista del mundo europeo, esta tierra fue considerada por largo tiempo una misteriosa y recóndita región de vastas dimensiones. Sin duda, la fascinación que esta región ejercía en los extranjeros se relacionaba con la existencia de maravillosos paisajes. Destacaban, por un lado, la extensión de sus desiertos y pampas y, por otro, la impenetrabilidad de sus frondosos y húmedos bosques junto a la imponencia de sus glaciares. Esta riqueza y diversidad geográfica, sin embargo, ha sido tradicionalmente vinculada a una característica climática dominante: el frío.
Observaciones instrumentales: la clave para la investigación climática
Largo tiempo ha transcurrido desde que se dieran los primeros pasos de exploración científica en la Patagonia, y en particular, de la meteorología. Esta disciplina se enfoca en la descripción del estado del tiempo atmosférico en un instante determinado. Hacia inicios del siglo XX, el desarrollo de esta ciencia en la Patagonia se posibilitó mediante la instalación de los primeros instrumentos para realizar observaciones de variables atmosféricas, tales como temperatura, precipitación, intensidad del viento, presión, etc.
Datos instrumentales de calidad y de larga extensión temporal son fundamentales para el estudio del clima. Por clima de un cierto lugar entendemos las características meteorológicas promediadas durante un largo periodo de tiempo. No obstante, hasta nuestros días, la densidad de estaciones meteorológicas en la Patagonia es relativamente baja y los registros observacionales cortos. Por consiguiente, para lograr avances en la comprensión de sus fenómenos climáticos, han debido sortearse algunas dificultades.
En cuanto al paleoclima, es decir, el clima del pasado –considerando varios siglos e incluso milenios, antes del comienzo de las medidas instrumentales–, la inexistencia de datos climáticos puede ser resuelta parcialmente mediante el uso de indicadores indirectos del clima, llamados proxies. Por ejemplo, la dendrología, que se dedica al estudio de anillos de árboles, y el análisis de testigos de hielo, pueden entregarnos indicios sobre las variaciones climáticas del pasado. Respecto a épocas más recientes, desde que contamos con observaciones meteorológicas en varias partes del mundo (alrededor de mediados del siglo XIX), podemos combinar dicha información con modelos climáticos para reconstruir el clima de este pasado cercano. A estos datos les llamamos reanálisis.
La Patagonia en un mundo que se calienta
El calentamiento global consiste en una tendencia positiva de la temperatura mundial, observable hace más de un siglo. Por los problemas que hemos comentado, asociados a datos instrumentales, y por su diversidad de climas, es relativamente más difícil determinar las tasas de calentamiento exactas de las distintas zonas de la Patagonia.
Aunque las proyecciones del calentamiento para el siglo XXI muestran que éste tendrá una expresión relativamente moderada en comparación con otras regiones del mundo, actualmente el aumento de temperatura es causa de considerables impactos naturales y socioecológicos en la Patagonia. La desertificación es un problema ya detectado al este de los Andes, que puede tener serias implicancias para los hábitats de distintas especies y el desarrollo futuro de la población humana.
Por otro lado, los Campos de Hielo Norte y Sur y sus glaciares son especialmente sensibles a variaciones de la temperatura. Las masas de hielo han mostrado una tendencia a disminuir en las últimas décadas. Sin embargo, desde la ciencia necesitamos entender mejor dicha relación entre los glaciares y el clima. Pero antes, sobre todo, debemos entender cómo ha variado y varía actualmente el clima de la Patagonia en distintas escalas de tiempo.
En este artículo nos concentraremos en el desarrollo de la temperatura en esta región durante el siglo XX. En dicho período, tales variaciones fueron causadas por una combinación de factores naturales y de perturbaciones del sistema climático inducidos por la actividad humana. La distinción entre ambas causas es una difícil tarea que aún no está cerrada; grandes esfuerzos de la investigación climática actual se dedican a develar este aspecto.
En el sur no sólo hace frío
Una variable climática fundamental en la Patagonia es el viento. La corriente de viento particularmente intensa que sopla desde el Pacífico Sur hacia el continente en latitudes medias es denominada oestes. Ésta es, en gran parte, responsable de llevar humedad hacia el oeste de la Patagonia. Al encontrarse ésta con los Andes australes, se genera una considerable precipitación orográfica, es decir, causada en parte por la topografía. El fuerte viento también provoca el carácter desértico de las pampas del este de la Patagonia.
En verano, los vientos oestes ventilan el continente, llevando aire relativamente frío desde el Pacífico a un continente comparativamente más cálido, dada la acentuada insolación solar en esta estación. De esta forma, si estos vientos del océano al continente son perturbados en su trayectoria o intensidad típica, se registran cambios en la temperatura del continente. Por consiguiente, a pesar de la asociación general con el frío, el clima de la Patagonia también comprende eventos relativamente cálidos. Concentrémonos en el verano, que es la estación más calurosa del año.
Diversas escalas de tiempo
Consideremos ahora que la variabilidad del clima, y en particular la de la temperatura, acontece en distintas escalas de tiempo (diaria, estacional, anual, decadal). Para la Patagonia, hagamos el ejercicio mental de descomponer la evolución temporal de la temperatura de verano del siglo XX en estas escalas temporales, de forma que, si sumamos los componentes de estas distintas escalas, reconstruimos la variabilidad original.
Así, por el lado las escalas de tiempo más largas, identificamos en primera instancia el calentamiento global. Luego, más allá de este aumento sostenido de la temperatura, nos daremos cuenta de que algunas décadas son más cálidas que otras. En la Patagonia, vemos que los periodos comprendidos entre los 1920s y parte de los 1940s, y entre los 1980s y mediados de los 1990s, fueron más cálidos que las décadas entremedio. Ésta es la variabilidad decadal, de decenas de años.
Si nos enfocamos en una escala de tiempo aún más corta, podemos suponer que, de un año a otro (en nuestro caso: de un verano a otro), también suceden variaciones considerables de temperatura en la Patagonia. Y así es, efectivamente: en esta región, si un verano es relativamente cálido, el siguiente tiende a serlo un poco menos, o incluso a resultar comparativamente frío. De este modo, tras 3 o 4 veranos, se registra nuevamente un verano relativamente caluroso. Así, por ejemplo, observamos que el verano de 1960 fue cálido, el de 1961 relativamente más frío, el de 1963 cálido nuevamente, el de 1965 bastante frío y el de 1967 caluroso, otra vez. Aunque esto parece indicar cierta periodicidad, la variabilidad real suele ser algo más irregular. Es importante destacar que en este análisis hemos descontado el efecto directo del aumento de la temperatura asociado al calentamiento global. En principio, este tipo de variabilidad de la temperatura de la Patagonia ocurre de forma independiente a tal fenómeno. Sin embargo, todavía es necesario explorar más a fondo si acaso existe alguna conexión entre ambos aspectos.
¿Veranos cálidos en la Patagonia? Pues sí, pero recordemos que este término es relativo a las condiciones climáticas de largo plazo particulares de esta región. Como anticipamos, las alteraciones en la temperatura de la Patagonia son parcialmente consecuencia de una perturbación de los vientos oestes. Durante los veranos cálidos, observamos que una alta presión atmosférica –conocida también como anticiclón–, definida respecto a las condiciones medias históricas del clima regional, se posiciona sobre la Patagonia de manera persistente. El anticiclón desvía los vientos oestes hacia el sur. Por consiguiente, la ventilación del continente es menor durante un verano cálido, lo que resulta en un calentamiento neto de la Patagonia.
La corriente anómala de viento resultante de los oestes, desviados hacia el sur, atraviesa el Paso de Drake y es dirigida luego hacia el norte. Ésta pasa por el Atlántico sur y llega después al sur de Brasil, para alcanzar, finalmente en dirección al este, el Atlántico subtropical. Dicho trayecto se desarrolla, por lo tanto, en forma de S (primero hacia el este, luego hacia el norte, después al este), y está parcialmente vinculado con heladas en los subtrópicos, pero ésa es otra historia. El centro de alta presión sobre la Patagonia no sólo causa la deflexión de los oestes, sino que favorece también condiciones de estabilidad atmosférica y cielos despejados. Esto da paso al aumento de la radiación solar incidente sobre la superficie continental, lo que la calienta aún más.
La conexión entre la Patagonia, el Pacífico Sur y Oceanía
De especial relevancia resulta el hecho de que la alta presión sobre la Patagonia, persistente durante los veranos cálidos, no suele ser una anomalía atmosférica aislada. Dicho anticiclón es parte de un patrón espacial de centros de baja y alta presión que se alternan sobre el Pacífico Sur, desde Oceanía hasta Sudamérica. A esto, en climatología, le llamamos tren de ondas. De acuerdo a este resultado, cuando un anticiclón induce un verano cálido en la Patagonia, suele observarse un ciclón (es decir, una baja presión) sobre Nueva Zelanda y el Mar de Tasmania, que separa a este país de Australia. En Oceanía, la circulación atmosférica asociada a dicho ciclón tiende a causar condiciones secas en el sureste de Australia.
Concluimos entonces que los veranos cálidos en la Patagonia tienden a ser secos en el sureste de Australia. No se trata ésta de una ley infalible, pero sí de la regla general durante el siglo XX. A este vínculo climático entre dos localidades remotas le llamamos teleconexión. Este descubrimiento tiene algunas implicancias científicas. Por ejemplo, si pudiéramos probar que dicha relación también tuvo lugar en el pasado más remoto, podríamos ser capaces de reconstruir paralelamente el clima de ambas regiones distantes.
Suficientes discusiones sobre el clima, pero ¿dónde queda la meteorología?
Hasta ahora hemos descrito las condiciones medias: lo que ocurre ya sea entre décadas o durante un verano completo, que consta de alrededor de 90 días. Sin embargo, en nuestra cotidianeidad, normalmente nos confrontamos con el hecho de que el tiempo meteorológico cambia de un día a otro. Admitamos que esto no es válido en cualquier parte del mundo, pero sí en la Patagonia, que nos interesa en esta ocasión. ¿Qué sucede con la variabilidad de la temperatura durante un verano, más allá de décadas y estaciones completas? A esto le llamamos escala intraestacional. ¿Cuál sería, en la escala de tiempo de algunos días, una situación análoga a la de los veranos cálidos, que suceden en la escala de tiempo interanual? Pues un aumento considerable de la temperatura, respecto a las condiciones estivales medias, que tenga lugar durante algunos días. A esto le llamamos ola de calor. Y, aunque nos parezca sorprendente, en la Patagonia se detectan este tipo de eventos.
Las características de una ola de calor en la Patagonia dependen de la forma en que la definamos respecto a criterios de persistencia (duración) e intensidad (nivel de aumento de la temperatura). En nuestro caso, usamos datos de reanálisis para investigar la ocurrencia de estos eventos desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Nuestros resultados indican que, durante un evento típico, la temperatura en la Patagonia es más alta que lo normal por un periodo de aproximadamente dos semanas y que alcanza un máximo de más de 4°C respecto a los valores usuales. Observamos, además, que durante cada verano ocurren entre una y dos olas de calor y que durante el siglo XX no hubo una tendencia clara hacia una mayor frecuencia de éstas. Esto, sin embargo, no implica necesariamente que el cambio climático no juegue un papel en el desarrollo de las olas de calor. Éste es aún un tema de estudio para la climatología.
En general, una ola de calor no ocurre de forma instantánea sobre la Patagonia; estos eventos tienden a suceder de forma gradual. El aumento de la temperatura comienza en el oeste de la región. Luego, la zona relativamente cálida se expande y avanza hacia el este. De manera similar a lo descrito anteriormente, las condiciones de calor en este caso están también asociadas a una alta presión sobre la región. Este anticiclón determina la circulación de la atmósfera sobre la Patagonia, es decir, los vientos. Más aún: ¡el tren de ondas sobre el Pacífico Sur también aparece a esta escala! Y todo este sistema, en conjunto, avanza sobre el Pacífico de oeste a este, en escala temporal de aproximadamente diez días. Lo que resulta fascinante, en este caso, es que la teleconexión con la Patagonia trasciende a Oceanía y es observable aún más lejos, incluso en el Pacífico Tropical Oeste. En otras palabras, concluimos que ciertos fenómenos meteorológicos que suceden en esa región tan distante pueden llegar a tener, tras algunos días, un impacto en el desarrollo de eventos meteorológicos en la Patagonia, tales como olas de calor. Tal resultado nos indica que el monitoreo de las condiciones del Pacífico Tropical nos podría ayudar a anticipar la ocurrencia de estos eventos.
Resumiendo, en conexión con una ola de calor en la Patagonia, observamos regionalmente valores de presión y temperatura anómalamente altos. En un contexto espacial más amplio, vemos la evolución en la atmósfera de un tren de ondas, compuesto de ciclones y anticiclones que se alternan entre Oceanía y Sudamérica.
Calor en la Patagonia: ¿cuáles son las consecuencias?
Hemos descrito brevemente algunos aspectos relacionados a condiciones de calor en la Patagonia. ¿Cuál es el interés científico en este tema? Pues hay varias motivaciones. Si entendemos las características del clima actual, podemos estudiar el pasado, lo que es fundamental para intentar hacer proyecciones para el futuro: un desafío fundamental de la climatología. Como mencionamos en un comienzo, el cambio climático puede tener notables consecuencias naturales y socioecológicas en la Patagonia. En este sentido, las medidas de manejo de tierras y de planificación del uso de los recursos hídricos pueden apoyarse en los resultados obtenidos por la climatología. En escalas cortas de tiempo, las olas de calor pueden inducir condiciones favorables para la ocurrencia de incendios forestales, con consecuencias devastadoras en la región. Esperamos que futuras investigaciones más detalladas y basadas en más datos nos permitan, en concreto, mejorar la capacidad de pronóstico de éstas.
El autor, Martín Jacques-Coper, estudió geofísica en la Universidad de Chile y obtuvo un PhD en Ciencias del Clima en la Universidad de Berna, Suiza. En cuanto a investigación, sus áreas de interés incluyen la variabilidad y la dinámica del clima, con especial foco en el Hemisferio Sur y Sudamérica. Además, ha estado involucrado en estudios climáticos para el desarrollo de energía renovable. Este artículo ha sido apoyado por un fondo especial de periodismo de EcoPatagonia, gracias a una alianza entre Patagon Journal y Earth Journalism Network. Más información: www.ecopatagonia.org