Río San Pedro y la cuenca sagrada

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 Salto La Leona en el río Fuy. Foto: Salomé CandelaSalto La Leona en el río Fuy. Foto: Salomé Candela
 
 
Por Paulo Urrutia
 
Nuestra percepción de la realidad no es otra cosa que la manera como hemos ido construyendo los distintos tipos de lentes para observarla, en base a nuestra experiencia con el entorno. Para entender lo que significó “Río Sagrado” hay que estar dispuestos a cambiar algunas de sus piezas. Fueron 7 días de expedición en kayak por un viaje de 200 kilómetros, que nos llevó al corazón del territorio Mapuche.
 
Esta expedición, organizada por Bestias del Sur Salvaje por el río San Pedro, (conocido ancestralmente como Wazalafken), fue posible gracias al apoyo del fondo Early Career Grants, otorgado por la National Geograpghic Society (NatGeo). 
 
El desafío deportivo de navegar las turbulentas aguas de este río, incorporando los relatos y saberes de los habitantes del territorio, motivó no sólo a NatGeo, sino que además a la productora MVMT, Fundación Plantae, Futaleufú Riverkeeper, Outdoor Research y Planet Fuel. Todos ellos vieron en este proyecto la posibilidad de visibilizar la cosmovisión del pueblo Mapuche y la realidad de una de las cuencas más prístinas de Chile en el documental “Río Sagrado”. La expedición pretendía navegar estas aguas de cordillera a mar, con kayakistas de río y travesía de distintas partes del país, una combinación poco habitual, pero no casual. 
 
La combinación de estas disciplinas buscaba plasmar en el documental y en el equipo, las visiones compartidas que generan los deportistas con su medio y la profunda relación que existe entre la salud de un río y nuestros océanos. De esta manera, el equipo de “Río Sagrado” profundizaría en la visión sagrada de la naturaleza y el agua del pueblo Mapuche y la relación de respeto que generan sus habitantes con esos espacios, entendiéndola como un todo interdependiente.
 
 
Canela Astorga, incisiva frente a la cámara. Foto: Erick VigourouxCanela Astorga, incisiva frente a la cámara. Foto: Erick Vigouroux
 
 
De la exploración al compromiso
No fue fácil. Las cosas no suceden por generación espontánea y este tampoco era el caso. 
 
En 2015 nace Bestias del Sur Salvaje, donde el antropólogo Jens Benöhr y el geólogo Paulo Urrutia confluyen sus pasiones por los deportes al aire libre y sus preocupaciones socioambientales. Entre mates, leches chocolatadas y fogatas, el equipo bestial ha ido forjando distintos proyectos hasta la fecha. Estas iniciativas, caracterizadas por la voluntad y colaboración, han visto la luz gracias a la motivación y energía de personas que creen en ellas. Un claro ejemplo de esto son nuestros amigos Erick Vigouroux y Nicole Ellena, quienes sin dudarlo se sumaron a una aventura por la cordillera de Nahuelbuta a registrar el impacto de la industria forestal en el territorio y su gente. “La Otra cordillera” es un relato contado por un grupo de kayakistas que llegan a explorar el río Carampangue de cordillera a mar, mostrando una realidad oculta en la raíz del conflicto forestal chileno. El documental fue filmado el año 2016, sin financiamiento y con la infranqueable convicción de mostrar la realidad de nuestro país. Los relatos sobre la espiritualidad del agua de Manuel Maribur, habitante Mapuche de Nahuelbuta, sembraron la semilla en las Bestias y el equipo de MVMT para lo que sería la exploración de la cuenca del San Pedro.
 
El Nacimiento del Wazalafken
El clima del sur se hizo manifiesto una semana antes de la arribada del equipo. Las intensas lluvias de la última semana se mezclaron con los deshielos primaverales. Los ríos desbordaban su cauce y la posibilidad de comenzar en el turbulento río Lizán nos inquietó. En este tipo de ríos, un pequeño error puede terminar en el mayor de los casos en un kayak perdido. Más allá de la intensidad del peligro del tramo inicial, la preocupación radicaba en que el compromiso con el mensaje estaba por sobre el reto deportivo. Por ello, esa noche de intensas lluvias, ubicamos el campamento en la localidad de Liquiñe - la zona con mayor afluencia geotermal del país -, para comenzar a navegar desde la salida del cañón del río Liquiñe. Ahí, Mario Neihual nos habló del mapun kimun, los conocimientos ancestrales mapuche. Nos reveló la profunda conexión entre naturaleza y humanos para el pueblo Mapuche; “el ser humano tiene la capacidad de destruir esos espacios sagrados - como los Menoko (humedales) o Trayenko (cascadas) -, lo que en la práctica es destruir el espíritu que habita en él, esa parte de nosotros que se pierde al intervenir este espacio. Cuando nos hacemos parte del otro, perdemos nuestra individualidad y comenzamos a ser un colectivo, te vas haciendo Mapuche” decía Neihual. 
 
 
Los kayakistas se enfrentan a la Central. Foto: Carlos LastraLos kayakistas se enfrentan a la Central. Foto: Carlos Lastra
 
 
Aguas abajo de la cuenca, Jorge Weke profundizaría en esta idea; “La presencia de seres protectores y habitantes de la naturaleza —conocidos como Ngen en la oralidad mapuche—, demuestran que la naturaleza no es un agregado de recursos bajo potestad del ser humano; al contrario, sociedad y naturaleza portan espíritu y conforman un todo relacional”. Ese lunes 9 de octubre, la calidez de Mario y un sol radiante fueron la invitación para que el equipo de kayakistas compuesto por Jens Benöhr, Paulo Urrutia, Pablo Cariqueo, Canela Astorga, Tobías Hellwig y Patrick Lynch, iniciase la aventura. 
 
El río Liquiñe y el río CuaCua calmaron la incertidumbre del día anterior. Navegamos entre los meandros del río CuaCua, mientras los azules del anochecer comenzaban a cubrir el horizonte. Al llegar la noche, nuestros kayaks y las aguas del CuaCua desembocaron al unísono en el lago Neltume. Solamente iluminados por el reflejo de las estrellas en el lago, perdimos la línea del horizonte que dividía el cielo de la tierra. Con un lago calmo y un cielo despejado, la escena era como si flotáramos en un mar de estrellas. Mirábamos para arriba, a los lados o al agua y veíamos estrellas brillando por todas partes. Quizás uno de los momentos más épicos de toda la expedición. 
 
La Central San Pedro, una amenaza a la armonía territorial
El resto del viaje volvió a mezclar rápidos rodeados de coigües que se descolgaban al cauce. Los ríos Neltume y Fuy dieron el toque de adrenalina, antes de llegar al lago Panguipulli a armar campamento. En ese lugar, Patricia, habitante de Puerto Fuy, nos contó sobre una historia de resistencia que se lleva dando hace ya varios años, aguas abajo del lago Riñihue. 


 

 

Para llegar a ese lugar, custodiados por el volcán Mocho-Choshueco, atravesamos el río Enco que une las aguas de los lagos Panguipulli y Riñihue. Fue en el desagüe de este último, donde comienza el río San Pedro, en que llegamos a conocer el impacto real de lo que alcanzó a ser el inicio de las obras de la central San Pedro.
 
El proyecto representa todo lo deficiente y anacrónica que es nuestra institucionalidad ambiental. Una represa de 56 metros y embalse de 12,5 km de extensión que pretende cortar el flujo natural del río, sin considerar los diversos impactos sociales y ambientales. Aprobada con estudios limitados el año 2008, fue ingresada nuevamente a trámite ambiental para realizar adecuaciones al proyecto, debido a inestabilidades geológico-estructurales. El proyecto se emplaza en un área de extrema inestabilidad geológica, afectada de forma periódica por deslizamientos de tierra, erupciones volcánicas y terremotos, debido a su emplazamiento sobre la falla geológica activa de Llecué (relacionada con eventos como el Riñihuazo de 1960). Considerando únicamente como área de influencia el sector de inundación de la represa, no prevé los impactos que el proyecto generaría aguas arriba y debajo de la cuenca. De la misma manera, no se encuentra alineado con la vocación turística del territorio, su estrategia regional de desarrollo y por lo mismo, la participación ciudadana en los procesos de tramitación ha sido prácticamente acallada. 
 
Hoy 5 años después y rechazada/desistida en reiteradas ocasiones, sigue insistiendo en ingresar a trámite ambiental. Es lamentable ver cómo las deficiencias de nuestra institucionalidad mantienen a la ciudadanía en resistencia latente. Sin embargo, la articulación ciudadana de cordillera a mar todavía tiene mucho que decir.
 
La expedición era el cierre magistral de un proyecto que comenzó años antes. Con talleres de educación ambiental y exploraciones locales, las Bestias fuimos forjando lazos y amistades con los habitantes del territorio. El día del encuentro con la central, invitamos a líderes ambientales de la zona a descender en rafting el río San Pedro. Su conexión con el lugar fue inmediata y la sorpresa al encontrarse con la infraestructura de la represa abandonada nos dejó a todos en shock. Fueron minutos de silencio y reflexión. Años de resistencia y triunfos ciudadanos, aún mantienen esa mole de cemento en su lugar, sin que nadie responda.
 
 
Kayakistas atravesando el lago Riñihue. Foto: Carlos LastraKayakistas atravesando el lago Riñihue. Foto: Carlos Lastra
  
 
Derechos de la naturaleza
El río San Pedro, de cordillera a mar, es uno de los pocos ríos libres que van quedando entre Arica a Puerto Montt. Libre de centrales que mutilan sus aguas, es hogar de aves, peces y las distintas actividades culturales, recreativas y económicas que realizamos los humanos. La posibilidad de que la sociedad pueda habitar un territorio como éste, está en nuestras manos. 
 
Ponernos de acuerdo en conjunto sobre el lugar en que queremos vivir, con gestión y gobernanza local/regional permitirá que los ríos libres sean más que un slogan. Pensar en ríos libres es pensar en la discusión de los derechos de la naturaleza y de los ríos. ¿Qué implica que un río tenga derechos? ¿Cómo pueden esos derechos hacerse efectivos? Si el río es reconocido como un otro con derechos, ¿podremos garantizarles el derecho a fluir libres de represas y contaminación? Si una persona tiene el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación ¿un río también?. De hecho, el primero está condicionado por el segundo, por ende, la restauración y remediación adquieren gran valor. 
 
Los derechos de la naturaleza deberían conducir a pensar que las condiciones ecológicas que conforman el hábitat natural deben respetarse y protegerse. Esto no implica detener la pesca u otras actividades humanas relacionadas con él; por el contrario, significa generar políticas de gestión -como la gestión integrada de cuencas y soluciones basadas en la naturaleza- que establezcan una relación más saludable y respetuosa con el flujo del río, sus plantas, sus animales, las rocas, el suelo y los otros elementos del paisaje por el que circula. Corrientes como el ecofeminismo, la economía de los comunes y el ecoespiritualismo, han defendido el reconocimiento de los derechos de la naturaleza como consustanciales a un cambio de actitud de los seres humanos y no solo como medidas legales. 
 
Hace sólo dos siglos la humanidad prohibió la esclavitud. Durante la última década, diversas leyes se han levantado para proteger a especies animales no humanas. Al parecer, mientras más extendemos nuestra comprensión sobre el otro, más reconocemos su importancia para la humanidad y buscamos su protección. Últimamente, innumerables declaraciones internacionales se han firmado reconociendo el valor de la Tierra y los distintos ecosistemas. Por ende, el ordenamiento jurídico y las normativas correspondientes para otorgar derechos a la naturaleza y ríos son sólo cuestión de tiempo.
 
 
Llegada al océano. Foto: Erick Vigouroux Llegada al océano. Foto: Erick Vigouroux
 
 
De cordillera al mar
En dirección al mar, nos siguieron días de navegación suave. Las señales de proximidad con la civilización se volvieron más frecuentes. Había señas de deforestación, minas de carbón abandonadas e industrias a orillas del río. Casi como una bienvenida a Valdivia, comenzó a llover con una intensidad habitual para quienes la han visitado. El viento que venía de frente y la marea que subía, hacía que la navegación fuera más tortuosa. Ya en la ciudad, y luego de cargar provisiones, Camilo Hornauer – kayakista y montañista conocedor de la zona – se nos sumó en dirección al mar. 
 
Casi como por arte de magia, al salir de Valdivia la lluvia fue reemplazada por los primeros rayos de sol que sentimos después de varios días. Humedales e islotes dominaron la escena. Botes de pesca y actividades recreativas de agua se hacían presentes, mientras bandadas resonaban por todas partes. Una escena esperanzadora en una ciudad que tiene incorporada en su identidad la movilidad fluvial y la vida en torno al río. Ahí Camilo nos contó que la relación que los habitantes de la cuenca tienen con el río ha sido clave para su protección. En este territorio se da una comunión digna de estudio y admiración que mantiene al San Pedro aun fluyendo libre y sin contaminación. Activa y transversalmente, organizaciones, empresas, universidades y municipios de cordillera a mar, comprometidas con el territorio, han manifestado su rechazo al actual modelo de desarrollo y promovido estrategias de gestión regional y de cuenca ligadas con el turismo y desarrollo económico local. Solo 18 kilómetros nos separaban del término de la expedición, pero es sólo el inicio de la semilla que sembraron los habitantes de este territorio en cada participante del equipo.
 
En Bestias del Sur Salvaje siempre buscamos reflexionar y problematizar con el deporte nuestro normalizado estilo de vida. “Esta tierra abunda con vertientes poco exploradas y no es necesario viajar a la Patagonia para tener paisajes increíbles. Lo que nos interesa es documentar estos ríos desconocidos, mostrar esa belleza, pero al mismo tiempo sus amenazas”, decía Jens al llegar al mar. 
 
Los deportistas al aire libre y pueblos originarios, tenemos en común el tiempo de contemplación que pasamos en torno a la naturaleza. Por ende, el grado de apego y entendimiento que generamos con ella, es una virtud en tiempos en que el acceso y goce de la naturaleza es una cuestión de privilegio. Como deportistas reconocer el valor que la naturaleza tiene en nuestras vidas personales y sociedad, es dejar de ser yo y entenderla como un nosotros. Es imperativo usar la voz que nos entregan nuestros deportes, para proteger aquello que nos da la vida. ¡Ríos vivos, libres & salvajes!