Chilenos hacen cumbre en Fitz Roy en enero

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El equipo completo en la cumbre, vista 360° única en el mundo. Foto: Patricio DíazEl equipo completo en la cumbre, vista 360° única en el mundo. Foto: Patricio Díaz
 
 
Por Antonia González 
 
El Fitz Roy es un imponente macizo de roca ubicado al límite de Chile con Argentina y se caracteriza por ser una de las cumbres más verticales y pulidas de la Patagonia. Hasta aquí llegan cientos de escaladores cada temporada para probar su técnica y ascender por sus diferentes variantes. A la fecha no muchos chilenos han logrado llegar hasta la cima de este majestuoso pico, el que encanta con su dimensiones, enormes neveros y fabulosas vistas.
 
El 27 de enero cinco amigos chilenos y amantes de la escalada lograron hacer cumbre en esta montaña, en una travesía muy desafiante que llevó sus capacidades hasta el límite. Aquí te contamos como fue que Nicolás Tapia (Nico), Miguel Boehm (Negro), Francisco Galilea (Quisco), Bernardo Concha (Concha) y Patricio Díaz (Pato) realizaron esta increíble hazaña, la cual concretaron en tres días con tan solo un día y medio de ascenso. 
 
Todo comenzó unos días antes cuando completaron la ruta de escalada llamada “mate porro y todo lo demás” en el Pilar Goretta del Fitz Roy para días más tarde y en una nueva ventana intentar la cumbre del monte. Los planes fueron cambiando un poco ya que dos integrantes del equipo presentaron síntomas de covid, así que decidieron ir por la ruta Affanasieff. “La expedición casi se cancela debido a que teníamos dos compañeros enfermos, Negro y Quisco, con fiebre y problemas respiratorios. Decidimos evaluar durante la caminata, cómo evolucionaban y ahí definir si estaban o no aptos para escalar”, dijo Tapia.
 
De esta manera, iniciaron la aproximación en el estacionamiento de río Eléctrico, ubicado a unos 10 km desde el centro del pueblo. Desde allí caminaron alrededor de cuatro horas tupidos por bosques de lengas y praderas abiertas, donde además debieron enfrentar una fuerte subida final para llegar al campamento base, “Piedras Negras”.
 
 
Bernardo y Quisco buscando la línea del pilar Goretta.Foto: Patricio DíazBernardo y Quisco buscando la línea del pilar Goretta.Foto: Patricio Díaz
 
 
Antes del amanecer en el paso.Antes del amanecer en el paso.
 
 
Comenzaron el primer día de escalada a las 3:00 de la mañana, para llegar hasta el paso “El Cuadrado", que les permitió ver el lado oeste del valle y divisar la silueta del monte. “Aproximadamente a las 8:30 am ya estábamos montados en el primer hombro de roca, después de unos 200 metros de escalada fácil. Acá hicimos nuestra primera parada y tomamos desayuno, con una vista panorámica del glaciar, el Cerro Torre en primer plano y campo de hielo a la distancia”, aseguró Tapia.
 

“Aproximadamente a las 8:30 am ya estábamos montados en el primer hombro de roca, después de unos 200 metros de escalada fácil. Acá hicimos nuestra primera parada y tomamos desayuno, con una vista panorámica del glaciar, el Cerro Torre en primer plano y campo de hielo a la distancia”

 
La ruta que tomaron cuenta con unos 1600 metros de escalada en total, y presenta dificultad técnica en solo 500 metros, con algunas placas de roca verticales y agarres pequeños. Fue justo en esa sección que el grupo se encontró con otros escaladores que estaban intentando hacer la misma ruta. “Acá cometimos nuestro primer error: decidimos no adelantar, nos relajamos, comimos, descansamos, tomamos algunas fotos y algo de sol”, dijo Tapia, sin embargo, llevaban un muy buen ritmo, ya que habían escalado 500 metros en menos de tres horas.
 
El día de escalada por la cara oeste del Fitz Roy iba increíble para estos cinco amigos, afortunadamente les tocó un día despejado con una vista panorámica hacia el campo de hielo chileno. “Podíamos ver en el horizonte, más allá de las cadenas montañosas, cómo el hielo se fundía con el cielo y se perdía toda perspectiva”.
 
 
Quisco, saliendo del primer largo de placas, con Campo de Hielo de fondo. Foto: Patricio DíazQuisco, saliendo del primer largo de placas, con Campo de Hielo de fondo. Foto: Patricio Díaz
 
 
A pesar de que dos de ellos todavía continuaban con fiebre y malestar, decidieron seguir los cinco hasta el final. La ruta les regaló un increíble atardecer, y los acompañó con las últimas luces en el recorrido hasta su primer vivac. De a poco sentían como bajaba la temperatura y empezaba a soplar el viento con mayor intensidad. “Estábamos bastante agotados y deshidratados, pero teníamos que seguir adelante”, aseguró Tapia. Hasta que llegaron finalmente a la 1:30 am al primer vivac, y se encontraron con la sorpresa de que estaba cubierto por nieve y lleno de gente, eran las cordadas anteriores que habían visto en el camino.
 
“Tuvimos que improvisar en una terraza de un metro cuadrado, muy expuesta al viento, y ahí nos metimos los cinco con el respectivo equipo. Esa noche no dormimos prácticamente nada, la incomodidad y el viento causaron estragos. A las 6:00 am, con las primeras luces, ya estábamos desayunando. No lo podíamos creer, pero ya era hora de activarnos y ponernos en marcha”, dijo Tapia.
 

“Tuvimos que improvisar en una terraza de un metro cuadrado, muy expuesta al viento, y ahí nos metimos los cinco con el respectivo equipo. Esa noche no dormimos prácticamente nada, la incomodidad y el viento causaron estragos. A las 6:00 am, con las primeras luces, ya estábamos desayunando. No lo podíamos creer, pero ya era hora de activarnos y ponernos en marcha”

 
La mañana siguiente se encontraron con un escenario que no se esperaban, un suceso que jamás les había tocado ver: había otras tres cordadas listas para comenzar, las que iniciaron todas al mismo tiempo y con las que compartieron ruta por casi 200 metros. “Claramente encontrar varias cordadas en el monte no tiene nada de raro. Lo extraño fue como todos estábamos casi que compitiendo hombro a hombro para tomar la punta, todos querían salir rápido para no perder horas de luz y alcanzar la cumbre y rapeles de ese día”, agregó.
 
 
Antes de las placas, aprovechando que las otras cordadas iban lento para tomar el sol y sacar fotos. Foto: Patricio DíazAntes de las placas, aprovechando que las otras cordadas iban lento para tomar el sol y sacar fotos. Foto: Patricio Díaz
 
 
Como era de esperarse, relata, se generó un enredo gigante de cuerdas. Escaladores pasaron por sobre otros, hubo caída de material y los menos experimentados se aferraron de las mochilas de aquellos que escalaban mejor. “Un espectáculo nunca visto, por lo menos para mí, una especie de carrera de autos chocadores en la montaña. Por suerte, llegamos a secciones más verticales y de mayor dificultad, donde destacamos por sobre los trasandinos en velocidad y pudimos seguir adelante con el camino libre”, aseguró.
 
El tramo final hasta la cumbre lo realizaron por terrenos fáciles, los cuales sortearon escalando en simultáneo. A las 14:00 horas ya habían llegado a la cima del Fitz Roy. La felicidad y emoción invadieron a estos escaladores durante varios minutos. “No lo podíamos creer, fue un momento muy especial para cada uno de nosotros, cada uno con su historia y sus motivos personales para estar ahí. Negro, no se aguantó las lágrimas y las dejó correr con orgullo”.
 
Se quedaron contemplando la panorámica y las mágicas vistas hacia la increíble cadena montañosa compuesta por las distintas agujas (Guillomet, Mermoz, Val Bois, Poicenot, Rafael Juarez, Saint exupery, entre otras), los lagos y la estepa argentina.
 
“Fueron aproximadamente 45 minutos los que pasamos en la cumbre, 45 minutos que marcaron un hito en nuestras vidas y que nos quedarán para siempre grabados. Pero ya teníamos que partir, necesitábamos encontrar nuestra línea de descenso y empezar a bajar lo antes posible, la bajada era larga y con los fuertes vientos que se anticipaban para el día siguiente, prometía más de un problema”, dijo Tapia.
 

“Fueron aproximadamente 45 minutos los que pasamos en la cumbre, 45 minutos que marcaron un hito en nuestras vidas y que nos quedarán para siempre grabados. Pero ya teníamos que partir, necesitábamos encontrar nuestra línea de descenso y empezar a bajar lo antes posible, la bajada era larga y con los fuertes vientos que se anticipaban para el día siguiente, prometía más de un problema”

 
 
Foto: Patricio DíazFoto: Patricio Díaz
 
 
 Bernardo sorteando las grietas de regreso al campamento base. Foto: Patricio DíazBernardo sorteando las grietas de regreso al campamento base. Foto: Patricio Díaz
 
 
El descenso comenzó con un rapel de casi seis horas hacia el pilar Goretta, ubicado al norte del cerro Fitz Roy al cual llegaron a las 22:00 horas, con las últimas luces. Acá nuevamente improvisaron un vivac en condiciones lejanas a las óptimas. Nuevamente nadie durmió.
 
Al día siguiente y con las primeras luces iniciaron el descenso. El viento se adelantó por lo que se hizo más complejo descender esos 20 rapeles que los pusieron nuevamente en tierra firme. Así, llegaron a la canaleta de hielo donde empezó el descenso al glaciar. Fueron cinco rapeles más para salir con nieve y rocas sueltas, hasta que finalmente llegaron a terreno seguro. 
 
Llegaron al Chaltén a eso de las 3:30 am, hambrientos y cansados, pero con la emoción viviente y la experiencia muy latente en el corazón. “Esa noche celebramos la vida, la amistad y la libertad de seguir sueños por locos o distantes que parezcan. El mundo seguía exactamente igual, nada cambiaría por nuestra pequeña hazaña. Fue algo totalmente personal. Al final, nombramos la escalada "modo fiesta", porque independientemente de lo complejo de la situación, no paramos nunca de reír y disfrutar la fiesta en la vertical”, finalizó Tapia. 

 

 

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