Identidad y territorio asediados: La lucha Kawésqar

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Foto: Daniel CasadoFoto: Daniel Casado
 
Los esfuerzos de un grupo de comunidades parte del pueblo Kawésqar que busca alzar la voz con respecto al futuro de las áreas protegidas, insertas en el Kawesqar Waes (territorio Kawésqar), que distan de los intereses políticos y económicos de una de las industrias extranjeras más potentes en Chile.
 
Por Camila Diaz
 
Las tierras australes del sur de Chile tienen una magia que deja su huella en cualquiera que la visite. Describirlo resulta un ejercicio complejo, sobre todo por su innumerable acumulación de una naturaleza múltiple y diversa. Una parte de Chile donde algunos describirían comienza a desmembrarse el país, pero ciertamente es un territorio que dista mucho de las grandes ciudades, un paraíso de la naturaleza y con ello también una historia de un pueblo dividido entre los beneficios económicos de una industria extranjera y la protección y cuidado de los lugares que los ancestros consideraban sagrados.
 
El pueblo Kawésqar es una cultura nómada que solía habitar los territorios más australes de la Patagonia, pero actualmente presenta una disminución notoria de su población debido a la colonización, esclavización y aniquilación que sufrieron a manos de colonos europeos. Sin embargo, su cultura, su lengua e incluso alguna de sus costumbres han logrado sobrevivir en ese inhóspito territorio austral. Una batalla territorial y cultural que busca el respeto de su herencia, orígenes, costumbres y, de manera especial, su cosmovisión ancestral, donde humanos, animales, naturaleza y espíritus coexisten.
 
Para nadie es distante la modernización, el crecimiento de la sociedad y el desarrollo, y el empeño de gigantes conglomerados transnacionales por expandirse hacia nuevos lugares para poder establecer y hacer crecer sus negocios. Chile es un país rico en materia prima, en diversidad de territorio y sobre todo de mar. Fue a mediados de los 70 que llegó la industria del salmón a instalarse al sur del territorio. Su expansión fue tal que actualmente concentra el 25% de la producción global de salmón, sólo por detrás de Noruega, país de origen de esta especie. Sin embargo, el actuar de empresas extranjeras y nacionales, con la bandera del empleo y el desarrollo por delante, han dejado complejas consecuencias de afectación de distinto tipo dentro de parques y reservas marinas.
 
Un dato respecto de la forma de funcionamiento de esta industria en Chile: utiliza 350 veces más antibióticos que en la salmonicultura noruega. ¿La razón? Porque los peces están expuestos a distintas amenazas salubres debido a su carácter de ser especies introducidas. Estos pesticidas y antibióticos que sirven para controlar plagas como los piojos de mar, se filtran al medio ambiente y son perjudiciales para las especies nativas. Pero las consecuencias no sólo se generan en el agua, sino fuera de ella, con importantes cantidades de residuos industriales que contaminan y afectan uno de los espacios más limpios del planeta.
 
¿El resultado? Una degradación severa de los espacios medioambientales vinculados con la salmonicultura.
 
 
 
 
Planes de manejo y consulta indígena
La situación actual con respecto a los planes de manejo de las áreas marinas de la Patagonia chilena, donde destacan el Parque Nacional Bernardo O’Higgins, la Reserva Nacional Kawésqar y el Parque Nacional Kawésqar, está dividida entre quienes buscan plasmar sus derechos culturales, sociales y económicos dentro de planes de manejo y quienes se benefician de este sector productivo y que operan de distinta manera para ampliar las más de 411 concesiones salmoneras que actualmente existen en las Áreas Silvestres Protegidas.
 
Algunas cifras que aportan a entender el panorama actual de la extendida industria del salmón son: existen 411 concesiones salmoneras en áreas protegidas, 1.400 concesiones vigentes en el territorio nacional, de las cuales el 29% se ubican en el interior de las porciones marinas del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE). Divididas por sector, en el Parque Nacional Isla Magdalena son 4; en la Reserva Nacional Las Guaitecas son 318 concesiones; en el Parque Nacional Laguna San Rafael son 3; en la Reserva Nacional Kawésqar son 67 y en el Parque Nacional Alberto Agostini son un total de 19 concesiones.
 
Pese a que la Corporación Nacional Forestal (CONAF), ente público a cargo de las llamadas “consultas indígenas”, ha declarado que el proceso del plan de manejo de estos “espacios ocupados” está en su etapa de elaboración, ha causado revuelo que empresas salmoneras que mantienen en esas zonas su actividad productiva y las comunidades Kawésqar que están a favor de la expansión de la industria, quienes han formado un bando contrario al desarrollo de la consulta indígena, acusando falta de información y participación ciudadana.
 
Por otra parte, un grupo de comunidades Kawésqar, conformado por más de 9 comunidades, troncos familiares y personas naturales, emitieron una declaración llamada Kawesqar Waes Ka Chams Yenak K’enak Os Town! (Los Kawésqar estamos presentes en el territorio y en mar). Se trata de una declaración pública donde afirman que “a diferencia de lo que se ha querido instalar públicamente, hemos tenido especial cuidado en resguardar los derechos de la pesca artesanal en las áreas”. Una posición que está directamente relacionado con el concepto de Tariepkia Yenak Atal, que equivale a la idea de buen vivir, vivir en armonía y estar tranquilos.
 
 
Foto: Alex MuñozFoto: Alex Muñoz
 
 
Una mirada fuera del extractivismo
Mientras continúa la discusión por concretar un plan de manejo que incluya la visión cultural y social del pueblo Kawésqar, las diferentes actividades que se realizan en torno al mar continúan su cauce. El buceo es una de ellas, donde un grupo de niños y niñas aprenden a través de talleres a bucear en las gélidas aguas donde antiguamente cazaban sus ancestros. Los artesanos, por su parte, continúan con su soberanía alimentaria tras la recolección de junquillos y también están los pescadores artesanales, aquellos que casi sin instrumentos navegan por los fiordos de la región con una agilidad que solo quienes nacen allí poseen.
 
Con miras a la recuperación de un territorio, se han desarrollado variados documentales. Entre ellos Estado salmonero, documental que refleja las condiciones de funcionamiento, luego del desastre de vertimiento de salmones muertos en Chiloé y el comienzo de una relocalización de las salmoneras en territorio magallánico. Y desde una perspectiva más centrada en los pueblos originarios, también está el documental Corazón salado, que centra su historia en la Reserva Nacional Kawésqar y cómo ha afectado esta industria en este territorio protegido.
 
Un punto en común entre estas actividades y la comunidad, son las raíces. Esa raíz está relacionada con los orígenes, el llamado territorio ancestral Kawésqar Wæs, el cual se extiende desde el golfo de Penas al norte, en la Región de Aysén, hasta la península de Brecknock en los canales más al sur del Estrecho de Magallanes y comprende toda la zona marina y costera compuesta de islas, islotes, canales, glaciares, montañas, ríos, lagos y fiordos de la región antártica, al lado oeste del área geográfica conocida como Patagonia. Ahí confluyen las fuerzas de la Antártica, sus vientos y sus aguas polares se unen con las aguas dulces y frías del deshielo glaciar, mientras que gran cantidad de lluvia cae durante todo el año. Esta es una combinación perfecta, que crea las condiciones para la abundancia de vida, tanto terrestre como marina.
 
Desde tiempos ancestrales el buceo fue una de las actividades de recolección de alimentos llevada a cabo por las familias y grupos canoeros nómades. Se dice que las mujeres se sumergían desnudas en las frías aguas de estas latitudes para aprovisionarse de alimentos. “La relación con el mar lo es todo, y no solo para los pueblos originarios, sino también para quienes habitamos actualmente estas tierras; querer proteger el mar y la tierra desde una ecorregión que tiene atributos tan importantes como aportar a la regulación climática del planeta, poseer eficientes ecosistemas que capturan más carbono que el Amazonas, contener la tercera reserva mundial de agua dulce, ser refugio de especies endémicas, albergar a los mamíferos marinos más grandes del mundo y ser el hogar de una abundancia de especies que son alimentos naturales. Proteger todo esto, es permitir un bienestar natural, económico y humano, que no depende de las actividades industrializadas que destruyan estás dinámicas”, explica Claudio Carocca, biólogo marino.
 
 

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