Cómo salvar el medioambiente de la Patagonia: Entrevista con el ambientalista Lucas Chiappe

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Lucas Chiappe es un fotógrafo, autor, periodista, agricultor y ecologista argentino que vive en El Bolsón desde 1976Lucas Chiappe es un fotógrafo, autor, periodista, agricultor y ecologista argentino que vive en El Bolsón desde 1976
 
 
La Patagonia, una de las últimas regiones del mundo con vastas extensiones de naturaleza intacta, alberga una extraordinaria geografía de montañas interminables, inmensos glaciares de hielo, volcanes nevados, bosques templados prístinos y cientos de ríos y lagos de color azul verdoso. Sin embargo, hoy, a pesar de los recientes éxitos en la ampliación de red de parques de la región, este asombroso paisaje no es lo que era. Siguen existiendo conflictos medioambientales.
 
Los científicos afirman que el lado chileno de los Andes patagónicos -que es más verde debido a las mayores precipitaciones que las zonas esteparias más secas que predominan al este en Argentina- es uno de los seis "puntos calientes" del planeta con mayor biodiversidad, mayor número de especies por descubrir y mayores amenazas humanas para esa diversidad. Los factores que impulsan la degradación medioambiental son muchos. Desde la construcción de la Carretera Austral, la mejora del acceso y los avances tecnológicos han acelerado el ritmo del cambio. La globalización económica y el constante apetito de las grandes empresas por el agua, los minerales, la madera y otros recursos naturales inalterados, hacen de la Patagonia un objetivo inevitable. Y en los últimos años, el aumento de la migración desde las ciudades impulsado por la sequía, el cambio climático, la especulación inmobiliaria y la pandemia del covid-19 están creando nuevas presiones de desarrollo.
 
Patagon Journal siempre ha sido una revista impulsada sobre todo por su amor a la naturaleza y a los lugares salvajes de la Patagonia. En diciembre de 2021, Patagon Journal cumplió 10 años publicando su revista. Como tal, pensamos que sería un buen momento para evaluar los retos a los que se enfrenta el medio ambiente de la Patagonia durante el resto de esta década. Para ello, consultamos a diversos líderes medioambientales, científicos y periodistas de Argentina, Chile y de todo el mundo, y en la edición actual de nuestra revista esbozamos una agenda medioambiental para los próximos 10 años.
 
Lucas Chiappe es un fotógrafo, autor, periodista, agricultor y ambientalista argentino que vive en El Bolsón desde 1976. Desde la década de 1980, ha trabajado activamente en temas medioambientales en la Patagonia argentina, organizándose para detener represas hidroeléctricas, vertederos de residuos nucleares y deforestación desenfrenada en la región, entre otras cuestiones. Ese activismo le llevó finalmente a fundar en 1990 el grupo conservacionista Proyecto Lemu. Su galardonada labor ha incluido también su liderazgo en los esfuerzos por establecer el primer parque provincial en el noroeste de Chubut. Miembro desde hace tiempo del Consejo Asesor de Patagon Journal, Chiappe nos envió su lista de 6 cosas que deberían hacerse para salvar el medio ambiente de la Patagonia en lo que queda de esta década. Extractos: 
 
 
No creo que se pueda hacer una lista de prioridades, porque luego de 45 años de luchar contra el ecocidio Patagónico, involucrarme en decenas de luchas ambientales y territoriales, me cuesta mucho hilar respuestas creativas y optimistas. La verdad es que, sinceramente, creo que estamos bastante perdidos, y, si bien siempre dejo la puerta abierta, tengo la clara sensación que la guerra está perdida.
 
En fin, te daré algunos pensamientos deshilachados y una pequeña muestra de lo que habría que detener para prevenir un colapso sistémico junto a unas pocas propuestas sobre lo que estamos trabajando cada vez más patagónicos sin fronteras, unido por el espanto de sabernos espejos de un mismo saqueo a ambos lados de esta maravillosa cordillera. (Lucas Chiappe)
 
1) Revertir el biocídio provocado en el ecosistema boscoso andino-patagónico a causa de las plantaciones comerciales de especies exóticas, a través de una restauración metódica de los ecosistemas invadidos y derogar del absurdo subsidio gubernamental para las corporaciones forestales. 
Las forestaciones comerciales con especies exóticas ha sido una de las peores catástrofes ambientales ocurridas a partir de segunda la mitad del siglo XX, que fue avalado por la mayoría de los gobiernos del Hemisferio Sur. Política de estado que permitió y estimuló la transferencia de Norte a Sur de una de las industrias más contaminantes del Planeta. 
 
Sus lamentables consecuencias han sido las deforestación masiva del bosque nativo, con toda su rica y frágil biodiversidad; la expulsión y el confinamiento de las comunidades aborígenes y campesinas; las concesiones y arrendamiento de tierras fiscales a mano de la industria maderera y papelera; la desertificación de los suelos, la expulsión de la flora y fauna originaria, la contaminación y desaparición de acuíferos subterráneos…incluso sabiendo a ciencia cierta la grave escasez hídrica causada por la crisis climática que amenaza intensificarse en la próxima década.
 
Razones suficientes paral desarrollar una política de restauración de nuestros bosques nativos, sostén y cobijo de una biodiversidad asombrosa y órgano fundamental de los ciclos hidrológicos regionales.
 
 
Lee "Una agenda medioambiental para la Patagonia" en la edición actual de Patagon Journal.Lee "Una agenda medioambiental para la Patagonia" en la edición actual de Patagon Journal.
 
 
2) Hay que acabar con las zonas de sacrificio industrial y el saqueo minero. 
Las razones son obvias: la contaminación del aire, agua y suelo; el consumo demencial de agua dulce en regiones áridas; el impacto sismológico provocados por la extracción de gas y petróleo (fracking), para el provecho de las corporaciones  trasnacionales, que se llevan los minerales que van escaseando en el Planeta por una míseras regalías provinciales, dejando una cicatriz ambiental profunda y sin remediación. Y si a este lamentable panorama le agregamos el grave impacto social y sanitario que provocan en los pueblos y ciudades aledañas a estos emprendimientos, queda en evidencia el grado de complicidad, o corrupción lisa y llana, de quienes administran el futuro de los bienes naturales de la Patagonia a ambos lados de la cordillera. Ante semejante sumisión el Hemisferio Norte sigue impulsando el traslado masivo de las industrias más contaminantes del planeta: las que buscan mano de obra y materia prima barata, leyes permisivas y fáciles de eludir, inexistencia de planes obligatorios de restauración, exenciones impositivas escandalosas y ganancias inimaginables en los competitivos mercados europeos o norteamericanos.
 
3) Debemos imaginar una nueva economía del agua, viva y compleja: una economía que aune los ecosistemas, el territorio y sus pobladores.
Hemos despedazado nuestros ríos, empezando con sus cauces (dragados, "enderezados" y "encorsetados" entre murallas de hierro y cemento), utilizando sus costas para la explotación descontrolada de áridos, como si los ecosistemas ribereños no fuesen parte fundamental de los ecosistemas fluviales; y además se sigue construyendo indiscriminadamente sobre los humedales que albergan una destacada y muy rica biodiversidad, y prestan servicios ecosistémicos imprescindibles para los seres humanos (regulando y purificando el agua, reduciendo el riesgo de inundaciones, estabilizando las costas, protegiendo contra tormentas, reteniendo y exportando sedimentos y nutrientes) y dragando las turberas cuyas funciones ecosistémicas, son el almacenamiento de CO2 y de agua dulce y la preservación de la rica biodiversidad que frecuenta estos sitios.
 
Paralelamente, luego de cien años de explotación maderera intensiva y sobre-pastoreo ganadero a lo largo y ancho de toda la cordillera, todavía no terminamos de comprender que cada tala de bosque nos acerca a los límites del desierto que cada tala de un lenga (los grandes protectoras de las cuencas) nos hace sentir las consecuencias a todos los pobladores aguas abajo.
 
4) Paralizar las mega-represas hidroeléctricas financiada por el Estado y diseñadas con escasas consideraciones ecológicas.
Siguiendo con esa lógica tan ilógica, los gobiernos de turno no solo están entregando sus acuíferos, ríos, arroyos, lagos y vertientes, para que el principal de los valores, el agua potable, sea contaminada, sino que planean además construirles a las siniestras multinacionales del Hemisferio Norte, las estructuras energéticas mediante las cuales nos dejarán otro tremendo pasivo ambiental, social y económico. De hecho en muchos lugares de la Patagonia chilena y argentina se están programando construcciones de embalses y represas para la instalación de mega-centrales hidroeléctricas, con la eterna excusa de apalear "las crisis energéticas nacionales".  Cuando en realidad todos sabemos que una sola explotación minera, argentina, la de Bajo de la Alumbrera, en Catamarca, consume más del 80% de la energía que produce la represa de El Chocon (Neuquén), mientras que, la fabricación de aluminio de Aluar en Puerto Madryn consume casi todo lo que genera la represa Futaleufú (Chubut).
 
Como sintetizaba Juan Pablo Orrego en el fragor de la campaña Patagonia sin Represas: “Para revertir esta situación nuestra sociedad debe comprender que se necesita un plan de ordenamiento territorial a nivel nacional, relacionado con un manejo de cuencas hidrográficas que garantice la restauración, protección y conservación de éstas, así como de los ecosistemas fluviales y de los recursos hídricos”. 
 
5) Acotar en Argentina y revertir en Chile la proliferación de la industria salmonera.
En la práctica, es evidente que para el Estado el cuidado del agua no es un problema cultural y ecológico prioritario ya que su uso y la distribución están sólo unidos a intereses y estructuras de poder político-comercial. 
 
En consecuencia y a pesar de los múltiples malos ejemplos de esta transferencia Norte a Sur a los largo las costas marinas y los lagos chilenos (la eutrofización de los océanos, el abuso de antibióticos que finalmente terminan siendo ingeridos por los consumidores y el escape de salmones que a su vez depredan y enferman a las especies endémicas), esa práctica y muchos abusos más siguen ocurriendo a lo largo de toda nuestra biorregión Patagónica. 
 
6) Participación política no partidaria.
Y, si pretendemos un futuro al menos parecido al que nos tocó vivir en el siglo XX, hay que tomar una serie de decisiones personales muy comprometidas con nuestro entorno. Es indispensable reflexionar seriamente sobre cuál va a ser nuestra actitud de aquí en más, para tratar de minimizar los peligros que afectan nuestro futuro inmediato y el de nuestros descendientes: subordinando la economía a criterios éticos-ecológicos; fomentando la autonomía local, la descentralización y la auto-gestión; preservando amplios sectores de la biósfera sin ningún tipo de explotación industrial y asentamientos humanos en gran escala, con el objetivo final de lograr una economía estable, patrones sociales más equilibrados y un ambiente capaz de regenerar las condiciones necesarias para la subsistencia de todos los seres que pueblan esta biorregión bi-nacional tan generosa y tan castigada por nuestra propia ignorancia, desidia y corto placismo.  Y en base a estos compromisos vitales debemos participar activamente en el proceso de recrear las condiciones para que la vida siga floreciendo en todas su diversidad, como fundamento de salud y estabilidad en los ecosistemas.
 
Como sugerencias adicionales propongo:
  • Ampliar e interconectar la Red de Áreas naturales protegidas Municipales, Provinciales y Nacionales.
  • Crear núcleos de auto subsistencia alimentaria promoviendo la agroecologia en pequeña, mediana y gran escala.
  • Legislar para que toda persona o empresa que provoque un impacto ambiental en su entorno, tenga la obligación de restaurar cada uno de esos ecosistemas intervenidos, especialmente las industrias forestales, petroleras, mineras y agrícolas.
 
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