Por Jimmy Langman
Nota del Editor: La siguiente es de la Edición 26.
Patagon Journal no podría publicar otra edición sin rendirle tributo a Jack Miller, un editor contribuyente de la revista. Jack murió en marzo de 2022 en un hospital cercano a su hogar en Ridgway, Colorado, tras sufrir heridas en un accidente de automóvil. Fue una triste pérdida para todos los que conocían a Jack, que murió a los 83 años, así como una gran pérdida para todos aquellos que aman la Patagonia. Jack fue el autor de la historia de portada de nuestra edición inaugural, entre las muchas otras contribuciones que hizo a esta revista desde su fundación. La pasión de Jack por explorar y conservar las montañas y los lugares salvajes de la Patagonia representaba la esencia de Patagon Journal.
Nació en Spokane, Washington, era un alpinista, escalador, kayakista, educador al aire libre y guía de expediciones de talla mundial. Jack llevaba explorando la Patagonia desde los 25 años, cuando en su primer viaje a la región, en 1964, intentó ascender a los Cuernos Principal en Torres del Paine, que por entonces aún no se habían escalado. Aunque no lo consiguió en esa ocasión (finalmente lo escaló en 1978), los cinco meses que pasó haciendo senderismo por la región desarrolló tal cariño y fascinación por la Patagonia que se vio empujado a intentar regresar casi cada año. Escribió sobre muchas de sus expediciones y escaladas en Patagonia (algunas de ellas primeras ascensiones) en el American Alpine Journal, entre otros, a medida que se fue transformando en lo que él mismo describía como “un adicto a la Patagonia”.
A menudo, Jack hablaba sobrecogido de su expedición a Torres del Paine en 1964. En un email, me escribió: “Acampamos, caminamos y escalamos durante 73 días en Paine y nunca vimos, ni oímos, a ninguna otra persona. Tan solo estábamos nosotros y unos cuantos miles de ovejas”. Escalar Torres del Paine no fue el único motivo de ese primer viaje a Chile, sino también el cóndor andino, que en aquella época estaba casi extinto en Norteamérica. En una historia que escribió para el número 10 de Patagon Journal, cuando describió sus increíbles encuentros con los cóndores por primera vez mediante extractos de su diario personal de aquel viaje.
Para poder financiar su adicción a la Patagonia, se convirtió en jefe de viajes a Sudamérica para Mountain Travel, un pionero operador de viajes de aventura de California, antes de montar su propia empresa de viajes: Andean Outfitters. De hecho, a principios de los 70 fue la primera persona en llevar a un grupo de turistas de aventura a Torres del Paine, un periodo en el que no había guardaparques ni infraestructura turística.
En los últimos años, con algo de frustración, lamentó cómo la industria turística estaba “vendiendo” la naturaleza patagónica, mientras expresaba su preocupación por el impacto de la creciente marea de turistas, senderistas y escaladores en el parque y en la región en general.
Esa preocupación fue una de sus principales motivaciones para apoyar Patagon Journal. Tal y como me dijo en 2009 cuando accedió a unirse a mi tentativa de fundar esta revista, quería formar parte de una publicación orientada a la conservación, idea que en aquel momento era una iniciativa completamente nueva en el paisaje mediático chileno, porque nuestra publicación se interesaría principalmente por “resaltar y preservar la belleza natural y el alma de la Patagonia”.
Jack me dijo: “Acampamos en la base del Fitz Roy cuando todavía era naturaleza salvaje. Aparte de mi pequeño grupo de miembros de Sierra Club, éramos los únicos por allí. En aquella época no existía la ciudad de El Chaltén, ni siquiera un puente. Cuando Doug Tompkins, Yvon Chouinard y yo estuvimos allí en 1974 éramos las únicas personas en el lugar, excepto por la familia del rancho y los arrieros. Pero enseguida los oportunistas y los promotores descubrieron el lugar. Cuando se instalaron y se convirtió en “otra ciudad en boom”. Al igual que Ushuaia, Coyhaique, Puerto Natales, etc. Sé que no podemos controlar el ritmo al que entra la gente en la Patagonia, pero puede que consigamos compartir nuestros sentimientos hacia este lugar tan especial”.
"Sé que no podemos controlar el ritmo al que entra la gente en la Patagonia, pero puede que consigamos compartir nuestros sentimientos hacia este lugar tan especial”.
Expedición de la Cordillera Sarmiento
A finales del siglo XX quedaban pocos lugares en la Tierra a los que no se hubiese llegado. Jack Miller consiguió encontrar uno de ellos. A mediados del siglo XVI, el explorador español Pedro Sarmiento de Gamboa le puso su nombre a la misteriosa Cordillera Sarmiento, una cordillera en el Canal de las Montañas también conocido como Fiordo de las Montañas. Sin embargo, durante siglos después de aquel momento no atrajo la atención más que de capitanes de barco cuando pasaban de largo. Hubo una absoluta falta de presencia humana hasta que la curiosidad de Jack se vio encendida un día después de verla al alcanzar la cumbre del Gran Campo Nevado en el seno Skyring in 1974.
En enero de 1976, junto con su compañero de escalada, Dan Assay, cruzó en bote el fiordo junto al Glaciar Bernal, uno de los cinco glaciares que nacen en la Cordillera Sarmiento, donde realizaron dos primeras ascensiones y dieron nombre a dos montañas: Rayos y Truenos, y Tres Furias.
Catorce años más tarde, tras ver allí un raro día despejado, alquiló una avioneta pequeña y sacó fotos aéreas a baja altitud de la Cordillera Sarmiento. Sus fotos desvelaron la inmensidad de este tesoro y fueron suficientes como para convencer a la National Geographic Society de financiar una expedición. En 1992, Jack condujo a un equipo de otros cinco montañistas y fotógrafos en un periplo de 20 días en los que, entre otras cosas, escalaron y pusieron nombre a seis montañas de la cordillera y crearon el primer mapa del área. Sus fotos y su historia quedaron inmortalizadas en la edición de abril de 1994 de la revista National Geographic, además de una historia más extensa escrita por Jack que se publicaría más tarde como la historia de portada de la primera edición de Patagon Journal en diciembre de 2011.
En los últimos años Jack quiso reunir apoyo para proteger la Cordillera Sarmiento. En 1999 fundó el Instituto Cordillera Sarmiento con ese fin, con planes para recibir a grupos de investigación que realizaran estudios de campo y reunir a ecologistas y patrocinadores en torno a esta causa. Sin duda, debió de regocijarse cuando la Cordillera Sarmiento por fin consiguió el estatus de protección en 2019 como parte del nuevo Parque Nacional Kawésqar.
Fue en torno a esa época cuando conocí a Jack. En aquel momento yo estaba empezando a trabajar como periodista freelance en Santiago de Chile. Hacía tiempo que Jack admiraba a mi antiguo jefe, David Brower, que fue el primer director ejecutivo del Sierra Club y un líder ecologista en los Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX. De alguna manera encontró mi dirección de email, y a partir de ahí floreció una estrecha amistad a lo largo de los años en la que siempre acabábamos hablando durante horas.
Recientemente me reclutó a mí, y a algunos otros para su proyecto “LazulWild”. Llevaba tiempo enamorado del Lago Azul, un lago de aguas prístinas en el que le encantaba hacer kayak a las afueras de Torres del Paine, y cuando se enteró de que podía estar amenazado por los planes del gobierno chileno de construir una carretera que conectara Puerto Natales con el Fiordo Staines principalmente para dar acceso a las salmoneras, saltó a la acción. Reunió un equipo para hacer estudios de campo que sirvieran de base para un plan de gestión medioambiental y protección para “preservar Lago Azul y las tierras al oeste de Staines y Fiordo de las Montañas”.
La falta de fondos, la pandemia de Covid y cuidar de su adorado perro Klondike en su casa en las montañas de Colorado no le permitieron realizar una última visita a Patagonia para ese proyecto, pero Patagon Journal quiere continuar con su trabajo en este tema y sé que su espíritu siempre será parte del paisaje de la Patagonia.