Nota del Editor: La siguiente es la versión completa de un artículo de la Edición 27.
Por Jimmy Langman
La bióloga argentina Sofía Heinonen lleva más de 30 años diseñando estrategias para la creación de áreas protegidas. Ha trabajado para organizaciones de conservación en Argentina tales como Fundación Vida Silvestre y estaba trabajando para la administración de Parques Nacionales de Argentina en 2000 cuando conoció a Doug Tompkins y a su esposa Kris. Ese año se contactaron con el servicio argentino de parques para donar las tierras que más tarde se convertirían en el Parque Monte León en 2004.
En 1997, Doug Tompkins también empezó a comprar tierras en la gran extensión de los esteros del Iberá en el norte de Argentina. Y Heinonen pronto empezó a aconsejar a la pareja sobre sus planes para proteger y restaurar los ecosistemas del Iberá, donde se encuentran los humedales más grandes de Argentina, así como lagunas y grandes espejos de agua, praderas y ecosistemas forestales que constituyen el hogar de más de 4.000 especies de flora y fauna. En 2005 dejó el servicio de parques para convertirse en la coordinadora del esfuerzo de los Tompkins para reintroducir especies y construir allí un parque nacional.
Heinonen, de 54 años, recuerda que Doug Tompkins, que murió en un accidente de kayak en Chile en 2015, tenía especial interés en reintroducir el yaguareté, que se había extinguido en la zona del Iberá. "Doug soñaba con traer de vuelta el predador tope, que era el yaguareté, porque había visto el cambio en Yellowstone cuando se trajo al lobo", dice. "Y a su vez, lo que para mí era muy importante, era cambiar la economía local para que no se vuelva a extinguir. Porque en ese entonces solo había ganadería. Si la gente percibía el yaguareté como malo, iban a volver a matarlo. Entonces, era importante desarrollar el turismo de naturaleza".
En 2010 Doug y Kris Tompkins, junto con varios conservacionistas argentinos, formaron Rewilding Argentina, de la que Heinonen es la directora ejecutiva. Desde entonces, Rewilding Argentina, en estrecha colaboración con Tompkins Conservation, ha donado cerca de 400.000 hectáreas para crear o expandir siete parques nacionales o provinciales, y ha ayudado a establecer las áreas marinas protegidas de Yaganes y Namuruncá Banco Burdwood II en el sur de Patagonia, que abarcan más de 90.000 kilómetros cuadrados. Lo más emocionante es que están logrando reintroducir 24 especies clave que se habían extinguido o estaban en peligro, tales como el yaguareté, la nutria gigante de río, el guacamayo rojo y verde, el ocelote y el huemul. Un esfuerzo que se realiza en los parques nacionales del Iberá, El Impenetrable (en el norte de Argentina), en torno al Parque Nacional Patagonia y en la estepa y entorno de la meseta en la provincia de Santa Cruz, al noreste argentino.
En 2022, la BBC nombró a Heinonen en su lista de "las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes" de todo el mundo. En una conversación telefónica desde su oficina en Buenos Aires, Heinonen habló con el editor ejecutivo de Patagon Journal, Jimmy Langman, sobre los programas actuales de Rewilding Argentina.
LANGMAN: Para que cualquier proyecto de conservación o restauración perdure, hace falta contar con el apoyo la comunidad local. ¿Cómo lograste convencer a las comunidades en torno al Parque Iberá de que apoyaran tu trabajo?
HEINONEN: Bueno, a través del cambio de economía. Cuando llegamos allí la gente se percibía en un lugar marginal donde solo tenían disponibles pocos trabajos en la ganadería. Pero el turismo da mucho trabajo porque demanda mucha atención y muchos servicios. La gente local estaba preparada. Son muy anfitriones de por sí, les gusta recibir y también son muy conocedores de su lugar. De repente, ahora venía gente a decirles lo lindo que era el lugar y a ver los animales de la zona. Eso te levanta el orgullo.
Los planes para los parques, ¿tuvieron que enfrentarse a la resistencia de los intereses económicos de la zona?
No eran tanto los intereses económicos, sino que era miedo al cambio. La gente compra campo para criar ganado. Y alguien que no criaba ganado y que levantaba los alambrados y que armaba muy lindas casas y campings llamaba mucho la atención. Y se sentían amenazados los ganaderos de que eso fuera a expulsarlos, ¿no? Pero el ganadero correntino también es orgulloso de su lugar y, además, le gustan los animales salvajes. Entonces, al principio, no había un conflicto.
El conflicto se generó después. Los esteros del Iberá son muy planos, no tienen pendiente. Es un humedal y si uno empieza a hacer obras hidráulicas, canales o terraplenes, eso empieza a afectar al ecosistema. Hubo un auge del arroz en Corrientes gracias a la demanda de Brasil y empezaron a haber arroceras por todos lados que chupaban el agua de los esteros del parque del Iberá. Empezamos a hacer denuncias porque estaban invadiendo el parque. El concepto de parques en Argentina significa que no hay que modificar el hábitat. No se puede hacer ninguna modificación grande. Tenían las leyes, tenían todo, pero nadie las hacía cumplir. Pero bueno, el mercado del arroz se desplomó y el turismo, que ya estaba mucho más instalado, acabó ganando. Sobre todo, hay mucha menos crítica porque el gobierno ahora entiende el valor del turismo y es el que promueve el desarrollo turístico y la reintroducción de especies.
El sueño de Doug Tompkins de crear un parque en Iberá se hizo realidad en 2018. Hoy en día, el Parque Nacional Iberá protege más de 750.000 hectáreas: más del doble del tamaño del Parque Nacional de Yosemite en Estados Unidos. Las especies salvajes que estás reintroduciendo, ¿cuentan con lo necesario para regresar y recuperarse?
Sí, hoy en día están bien protegidas. Eso, para las poblaciones de yaguareté, que serían las que necesitan más espacio, es suficiente. Lo que pasa, y nosotros lo estamos viendo, es que con el tiempo van a empezar a dispersar animales y van a empezar a buscar nuevos territorios fuera del parque. Y esos pueden entrar en conflicto con otros intereses. Entonces, lo que sería interesante es generar un corredor con áreas «stepping stones», digamos, parques cercanos con buena protección y que los yaguaretés encuentren un nuevo territorio donde no se los mate. Estamos trabajando más en el concepto de corredores a través de una red de áreas protegidas.
¿Los yaguaretés se enfrentan a amenazas como por ejemplo cazadores como los pumas de la región de la Patagonia argentina?
No, la caza deportiva no va a ser un problema. Si es que hay caza, va a ser caza ilegal. Nadie va a querer matar un yaguareté. Está declarado monumento natural nacional. El yaguareté está considerado como la ballena franca: una especie que no se puede matar y la gente lo cuestiona mucho si alguien mata un yaguareté. Con el puma sigue pasando porque se percibe como un animal problema. Todavía no hubo un cambio en la conciencia colectiva, pero con el yaguareté hay un cambio rotundo. ¡Como hay tan poquitos!
El yaguareté se había extinguido en los ecosistemas del Iberá. ¿Dónde conseguiste los jaguaretés para empezar a reintroducirlos?
Teníamos que conseguir animales salvajes, pero al principio nadie nos quería darlos. Así que decidimos que criaríamos a los animales de zoológico de manera que los hijos fueran salvajes. Entonces hicimos unas construcciones muy grandes en San Alonso, en el medio del Iberá, con corrales de 30 hectáreas y los llenamos de vida silvestre. Y bueno, se criaron. Dos años se criaron salvajes adentro de estos corrales o recintos, cazando por sí mismos. Y esos son los que liberamos. Fueron los primeros cachorros correntinos: nacidos en Corrientes y liberados siendo salvajes.
¿Cuántos yaguaretés te gustaría ver en el parque con el tiempo?
La meta es poder liberar en Iberá 5 o 6 animales, de otra genética, y con eso después monitorear la población. Nosotros liberamos 7 animales y hoy hay 16 en dos años y medio. Cada uno de estos animales tiene de promedio dos crías por año, entonces tiene una tasa de crecimiento bastante rápida. Yo creo que, en 10 años, vamos a empezar a ver dispersión de animales en busca de nuevos territorios. Cuando empecemos a ver que hay ejemplares que se están dispersando, los capturaremos y los trasladaremos a El Chaco para así empezar a poblar otros lugares.
Doug Tompkins comparó la reintroducción de los yaguaretés con la del lobo en el Parque Nacional de Yellowstone, que ha llevado a una serie de cambios ecológicos positivos en esa zona. ¿Crees que ocurrirá algo parecido en el Iberá a causa del yaguareté?
Sí, se supone que es lo mismo: el predador tope regula el ecosistema y genera la salud. Y estamos estudiando los cambios del ecosistema con un fondo que recibimos de National Geographic. No solo a nivel de presas, de los herbívoros, sino también al nivel de la vegetación y a nivel de la captura de carbono. Se supone que un ecosistema funciona mejor con todas sus piezas. El ciclo de carbono se captura; se guarda carbono en el suelo más rápido y en mayor cantidad. Entonces, también estamos midiendo eso.
Algunas de las demás especies que estás reintroduciendo, ¿serán también importantes a la hora de restaurar el ecosistema en conjunto?
Sí, estamos trabajando con otras 8 especies también claves porque son dispersoras de semillas de bosques, como los guacamayos o el moitú, que es como si fuera una pava de monte grande, que camina abajo de los bosques. Empezamos a trabajar con esas especies porque se extinguieron y eran claves para la dispersión de los frutos de los bosques, de la selva del río Paraná. Y entonces, después de la construcción de la represa de Yacyretá, se cortó ese corredor y hay que restaurar esa franja de bosque. Y bueno, estas especies son clave para eso. ¡Digamos que son plantadoras de árboles naturales! Después trabajamos también con el pecarí de collar, que también es comedora de frutos y dispersa y rompe frutos que son más duros para otras especies de romper. Y después trabajamos con el oso hormiguero, que también controla y forrajea hormigas. La población del oso hormiguero es bien alta y se están dispersando hacia otros lugares de Corrientes y no solo se están quedando en el Iberá.
¿Has tenido algún problema al intentar reintroducir algunas de las demás especies?
Si, trajimos el tapir, se reprodujo... Todo bien. Y de un día para otro se empezaron a morir todos. Se contagiaron de una enfermedad que está transmitida por los caballos que es un tripanosoma, un parásito. Ahora creemos que puede que la extinción del tapir no solo sea por caza sino también por este parásito que se trajo de Europa con el caballo. Lo que sí es muy difícil es trabajar con algunas aves que vienen de criaderos. No saben el riesgo del predador, entonces tienen mucha depredación. El guacamayo baja al piso y se lo comen los yacarés cuando va a tomar agua. O al moitú, que es presa natural.
El año pasado, los incendios devastaron el Parque Iberá y cerca del 60 % del parque se vio afectado. El equipo de Rewilding Argentina tuvo que reubicar varias de las especies reintroducidas, tales como las nutrias gigantes de río y los guacamayos, a lugares seguros.
Este verano también tuvimos incendios, pero el más grande fue en 2022. Tenía que ver con una sequía extrema y el cambio del clima. Claramente esa es la razón por la cual el fuego duró tanto tiempo y fue tan grande y catastrófico. Fue porque todo estaba seco. Había continuidad, había combustible, no tenía la cobertura de agua y eso probablemente vaya a ocurrir más con estas situaciones extremas. Eso nos obliga a pensar en corredores. La fauna se mueve en un incendio de pastizal. No se ve tan afectada si tiene posibilidad de moverse, de redistribuirse. Por eso pensamos que es superimportante asegurar esos corredores, que esos meses, esas semanas el animal se pueda refugiar. Puede ser un campo ganadero, por ejemplo, donde no los ataquen los perros y no los mate la gente. Porque, aunque no tengamos corredores silvestres de hábitat natural, la fauna aguanta un tiempo refugiada en cultivos o cerca de ciudades. Las catástrofes como los incendios duran un tiempo corto. Ese es el trabajo que nos queda: mucha educación ambiental.
Cerca del Parque Nacional Patagonia en Argentina también estás trabajando para restaurar humedales y especies locales. ¿Qué tal está yendo el proceso?
Estamos tratando de generar el mismo modelo de Iberá; un modelo para que la gente valore la vida silvestre y el ecosistema completo. Y en Patagonia además el lugar que elegimos básicamente es un lugar donde había mucha agua. Era una cuenca del río Pinturas, donde había muchos humedales y estamos tratando de restaurarlos. La estepa es un lugar muy árido que la gente considera que es semidesierto, con poca biodiversidad. Pero si esa estepa tiene un humedal, se convierte en un oasis, un lugar donde se concentra la biodiversidad. Y el lugar que elegimos nosotros es un lugar que tiene ese potencial si se restaura, ¿no? Entonces, bueno, el trabajo nuestro allí es recuperar las poblaciones que están casi al borde de la extinción. Como la jineta, el macá tobiano o el huemul. Incluso, los chinchillones anaranjados y la nutria.
¿Se convertirá en parque nacional en el futuro?
Queremos que se conviertan en parques nacionales o provinciales a futuro, puede que de aquí a cinco años. Pero primero hay que hacer el trabajo de restauración. Vamos a hacerlo como en Iberá; darnos un tiempo para trabajar en restauración y en desarrollo del uso público y el turismo de naturaleza, y después donarlo ya con el trabajo casi terminado.
Hace tan solo una década, la restauración medioambiental era un concepto poco conocido, pero hoy en día es parte de la ética del movimiento medioambiental global: ¿se ha traducido en más apoyo para tus programas?
Mira, hay tres situaciones. Una es los fondos. Hay bastante interés y más fondos a nivel internacional de acelerar la restauración para que vuelvan las especies críticamente amenazadas o amenazadas. A nivel gobierno, que son los que autorizan los permisos, siempre hay subidas y bajadas, porque si hay cambios de gobierno el proceso se ralentiza. Todavía no hay un conocimiento y una aceptación de esta estrategia en todos lados. En los lugares donde estamos hace mucho tiempo el gobierno es un socio; le interesa. Pero cuando son lugares nuevos hay que empezar de cero. Y después hay algunos científicos que se oponen.
¿Por qué se oponen?
Porque no les gusta la intervención en la naturaleza. Creen que la naturaleza tiene que volver por sí sola. Pero hay países que todavía no arrancaron y hablar de rewilding es como una novedad. Mucho en Sudamérica. Sudamérica no es un continente que haya visto grandes extinciones. Argentina sí porque es un país muy agrícola y ganadero, muy plano, por lo que se extinguió todo. Lo mismo en Uruguay, que ha perdido mucho. En Brasil, al ser tan grande, ahora recién el gobierno está pensando en restaurar la Mata Atlántica y en restaurar ecosistemas a los que ya no les queda nada. Pero es nuevo en Sudamérica.
¿Qué has aprendido de nuevo sobre la ciencia de rewilding que no conocías antes?
Aprendés de todo, sobre abogacía, leyes y el comportamiento humano. Restaurar un ecosistema también es restaurar la cultura. También es restaurar o generar nuevas economías. Entonces tenés que aprender cómo todo esto impacta en el ecosistema en general con los humanos incluidos. A nivel ecológico, lo que siempre nos sorprende es que aprendemos de los individuos que liberamos. Les ponemos los nombres y ellos nos enseñan mucho sobre su propio comportamiento. Ningún estudio que se hizo con animales silvestres tiene ese grado de seguimiento que tenemos nosotros. Se dice, por ejemplo, que los yaguaretés son solitarios, que son territoriales... Y nosotros estamos viendo que las hembras visitan a los machos tanto como los machos a las hembras. Se comparten entre ellos, a veces cazan juntos distintos individuos. También estamos viendo lo mismo con el huemul, o con el oso hormiguero. No hay una ley tan dura en la naturaleza como la que se cuenta a veces en los trabajos publicados. Y te sorprende la capacidad que tienen de adaptarse para su supervivencia.
Entonces, ¿tienes esperanzas de que la naturaleza se pueda sanar?
Sí, creo que rewilding realmente es una estrategia que aporta mucho optimismo porque es proactiva y ves los resultados de manera relativamente rápida y cómo la propia vida salvaje genera las condiciones de supervivencia si le damos un poco de espacio. Si le damos tiempo.